Libertina

28 de enero de 2010


Pierre Carlet de Chamblain, Marivaux para los amigos, nace en París en 1688. No hay muchos datos fiables sobre su vida pero sí sabemos que una providencial negativa a heredar un carguito de su padre lo encamina a la literatura. Con una extensa cultura literaria como bagaje, frecuenta salones como el de Mme, de Lambert y Mme, du Tencin ("la aventurera de la Ilustración"). Pronto triunfará en el teatro pero sobre todo con la novela (La vie de Marianne). Entre 1734 y 1735 aparece su novela "De campesino a señor". En ella aparece una descripción encantadora: la de la libertina "inocente". Una señora casada que pasa la vida en disipaciones, que tiene amantes, pero todo ello con una naturalidad pasmosa. Un pequeño libertinaje, como apunta el autor, "con la mejor fe del mundo". No se consideraba coqueta y en realidad no lo era porque "lo era sin reflexión".
El protagonista, un joven rústico, "apuesto como puede serlo un campesino", contará sus peripecias en primera persona. Desde su llegada a París como criado hasta su incontestable ascenso social. Pero lo que mueve a Jacob, nuestro protagonista, no es en realidad la ambición sino la búsqueda de lo placentero. Vivaz y despabilado, tiene las ideas más claras de lo que parece. Cuando entra a servir a dos hermanas muy religiosas ("de las de director espiritual") hará un retrato implacable de la más devota. "Los devotos afligen al mundo", afirmará.

(La ilustración pertenece a Antoine Watteau, contemporáneo de Marivaux; un exquisito desnudo, "Diana", con excusa mitológica).

Marivaux, "De campesino a señor".Madrid, Cátedra, 1996.

Ganchillo

27 de enero de 2010


Que la literatura modela al autor parece algo obvio. Es decir, que la literatura, incluso en los casos más flagrantes de dilettantismo, construye al autor más allá de cualquier otra actividad a la que se dedique -incluso profesionalmente-, parece fuera de duda. No es lo mismo hacer ganchillo que escribir sonetos, por mucho que ambas cosas puedan declararse como "aficiones". Hay siempre en el escritor, hasta en el más secreto o en el afecto sólo por temporadas, una llamada soterrada pero tenaz, un río oculto que lo conduce por meandros de lo inconcebible o lo lleva al despeñadero sin más.
El que emprende una obra literaria no vuelve jamás tal cual era. Pues no se crea belleza impunemente. Las restantes aficiones del mundo proporcionan, por el contrario, un sosiego indiscutible.
Yo, que aprendí a hacer ganchillo, puedo corroborarlo.

I de inocente

26 de enero de 2010

Como sabe el asiduo lector (que alguno habrá), Una Misma ha leído todos los libros del "Alfabeto del crimen" publicados en castellano hasta la fecha. Ha comenzado comentando el último, la letra "T" y va haciendo referencia al resto de las letras en sentido inverso.
Hoy toca la "I de inocente". Como tengo que releer el libro, al menos parcialmente, para la entradilla vuelvo a leer el principio. Y me encuentro una broma un poco burda sobre la muerte de la propia protagonista. La cual afirma que, en el supuesto instante de su muerte, no vio ninguna luz al final de un túnel ni desfiló toda su vida en una fracción de segundo. Lo único que lamentaba en ese supremo instante era no haber limpiado la cómoda y que "los que hayan de decirle a una el último adiós tengan que verlo todo lleno de bragas sucias". Como corolario señala que morir no enseña nada de provecho. Hasta ahí estamos de acuerdo: la muerte propia enseña poco. O al revés: lo enseña todo. El simple pensamiento de la muerte nos enseña a aferrarnos con uñas y dientes a cada día que amanece. En eso me daría la razón la propia Kinsey.
Lo que me produce cierto escalofrío supersticioso es la propia empresa del Alfabeto del crimen. A la autora le faltan sólo cinco letras para completarlo. ¿Las completará todas? ¿Dejará, por si acaso, la Z sin terminar jamás? ¿Se demorará, como en un relato scherezadiano, con la escritura de una letra determinada? Las estructuras cerradas (como las vidas cerradas) tienen eso, convocan a la muerte para que les ponga un sórdido punto final.

(La ilustración corresponde al cuadro de Hans Holbein, "Los embajadores"; el ojo avisado descubrirá pronto que la muerte yace a sus pies).

Sue Grafton, "I de inocente". Barcelona, Tusquets, 1993.

Si el corazón

24 de enero de 2010



Acabo de leer, como en trance, la novela de A. R. Al modóvar.
A media tarde sabía ya que no podría hacer cosa alguna hasta llegar a la página 467, la penúltima (la última incluye una somera bibliografía y agradecimientos). Luego he sido consciente de que, hasta que no escribiese esta reseña, no me desharía de esa atmósfera precisa y onírica a la vez, grotesca y dramática hasta el infinito en la que está sumergida todo el relato. No me iba a deshacer de Rosa la Culona y Currito Domínguez cerrando el libro, así, por las buenas.
La novela absorbe al lector (a mí y a cualquiera que se acerque con un mínimo de curiosidad) porque logra, con una habilidad suprema, mezclar la ficción novelesca con la realidad más cruda y desesperanzada del período franquista. No es una crónica, no es un fresco realista al uso. A ratos resuenan los ecos de la épica grotesca de un Tirano Banderas o un Yo, el Supremo, de Augusto Roa Bastos, cuando el Caudillo asoma su figura de batracio minúsculo y su voz de pito. Sobre eso y sobre la referencia histórica que se incrusta con naturalidad en el relato (cifras, datos de la represión franquista que ponen los pelos de punta), está la peripecia de unos personajes trazados con brío, con pulso firme; identificables, pero a la vez hechos de sí mismos, no meros figurantes en una farsa cruel y lujuriosa, rijosa y ridícula, extrema y sutil a la vez. El personaje de Rosa, por ejemplo, parece un mero objeto erótico hasta que en el capíulo 36, al indagar en sus orígenes, se muestra con vida propia. Currito y su apacibilidad constitutiva, acabarán por estallar con todo su dramatismo.
Antonio Rodríguez Almodóvar ha creado un auténtico monumento literario con esta novela. Quizá sea la novela definitiva sobre el franquismo (si esa categoría existiese en literatura y no pareciese una usurpación de la historiografía).No sé cómo no le han hecho ya un monumento. En justa reciprocidad. Un monumento broncíneo, perenne, dúctil. Como su escritura. Dúctil, bien trabajada, perenne.

(La ilustración es de Julio Romero de Torres; su estética ha sido identificada con el franquismo, aunque hunde sus raíces en el simbolismo de principios de siglo).

Antonio Rodríguez Almodóvar, "Si el corazón pensara". Madrid, Alianza, 2009.

Calle Angulo

23 de enero de 2010


Por qué no hay un placa en la calle donde está la casa desde donde salió Federico desde la libertad hacia la tortura y la muerte (la calle Angulo).
Qué ciudad tan rara. Hay, en cambio, un restaurante que lleva el nombre del poeta. Un lugar donde comer y beber festivamente. Como si la memoria del evento fuera festiva y celebrable. Pero no hay otra cosa que recuerde que esa casa fue la morada de los últimos días de Federico sobre la tierra. Las últimas horas de imposible libertad, acosado como estaba por la zozobra y un miedo infinito.
Quizá el poeta no salió de esa ciudad-Granada hacia la muerte sino de otra ciudad-Granada, más cruel aún y desmemoriada. Pero las dos ciudades se parecen como una granada a otra, con sus gránulos rojos ácidos y dulces a un tiempo. Quizá sí sean la misma ciudad, la misma fruta semejante siempre a sí misma.

Roxana

22 de enero de 2010


Tanto darnos la castaña en la infancia con el personaje siniestro de Robinson Crusoe, con las circunstancias dramáticas de un naufragio ficticio, ese pobre hombre librado únicamente a sus fuerzas en una isla perdida en medio del océano, en libros infantiles con negruzcos grabados de zamarras de pelos y cabañas rodeadas de estacas....
Y resulta que nos estaban hurtando la novela de una mujer inteligente, pícara sin remedio, una aventurera galante en medio de las peores circunstancias que podía vivir una mujer a principios del siglo XVIII....Como reconoce con naturalidad la protagonista y narradora, cuando su marido la abandona, dejándola en la miseria, "había tenido cinco hijos con él". Comenzará una vida de trapacerías que la llevará a conocer a personajes del gran mundo y adquirir una hermosa fortuna. Ella lo resume así "(...) ninguna mujer tuvo una vida como la mía: veintiséis años de depravación y sin la menor intención de ponerle fin".
Un texto suntuosamente barroco con la impecable presentación a la que la editorial Alba nos tiene acostumbrados.

Daniel Defoe, "Roxana o la cortesana afortunada". Barcelona, Alba, 2010.

Si el corazón pensara

21 de enero de 2010

Ayer día 20 fue la presentación en Málaga, en la librería "Luces", de la novela de Antonio Rodríguez Almodóvar "Si el corazón pensara". El acto contó con la presencia del autor y de Rafael Ballesteros. Éste hizo una brillante disertación, comenzando por la búsqueda de las raíces de la novela de Almodóvar en la literatura de los años veinte y en especial en el esperpento valleinclanesco.
Esta novela, que transcurre durante el período franquista, auna a la perfección lo grotesco con la verosimilitud. Lo grotesco, reiteró Ballesteros, aunque parezca una contradicción, necesita ser verosímil.
Con un lenguaje directo, pero limado por la "responsabilidad del autor", Almodóvar consigue una narración memorable, con personajes creíbles, muy bien caracterizados (como el el caso del cura obrero).
Pero donde hay burla y sarcasmo, como en esta novela, hay amargura, dijo Ballesteros. "No se utiliza el sarcasmo desde la alegría". El texto, a trechos divertido e incluso hilarante, refleja la dureza del franquismo. Lo grotesco de esa sociedad no encubre el carácter cruel del período. Esta novela "al final duele", corroboró el autor. Antonio Rodríguez Almodóvar convino en que el gran reto de una novela es hacer verosímil lo real. Pues la gran paradoja de la literatura es que, no por ser un hecho real, es novelable.
Pero la piedra de toque para saber que estamos ante una gran novela es el hecho de que el lector se queda con la duda de si lo narrado es pura ficción. O pura realidad. La ficción ha cerrado entonces sobre sí el círculo de la perfección absoluta.

Antonio Rodríguez Almodóvar, "Si el corazón pensara". Madrid, Alianza, 2009.

Unos ojos azules

20 de enero de 2010

Thomas Hardy (1840-1928) es unos de mis descubrimientos literarios más recientes. Se lo debo, casi a partes iguales, a la editorial Alba y a mi amiga Eloísa. Aunque este libro está publicado, es verdad, en Mondadori.
Hardy es un victoriano tardío, pero un victoriano de corazón. Aunque nace mediada la centuria y, cuando muere, el mundo de entreguerras es sustancialmente distinto al que describe en sus novelas, posee una mirada decimonónica inconfundible. No obstante, hay elementos que lo distancian de la ingenuidad gaskelliana, es decir, de la mirada inocente con que los novelistas de mediados del diecinueve contemplan el mundo. Es más irónico y se permite un mayor distanciamiento con respecto a sus personajes. No es tampoco ajeno al historicismo que tiñe sus obras ambientadas en el XVIII o pinceladas arqueológicas de esta novela, en la que las ruinas de "tosco arte gótico" tienen su papel en la narración. La acción transcurre en la imprecisa frontera de un reino de Wessex, en una topografía perfectamente inexistente.
La protagonista es una joven, Elfriede. El candor de la joven queda descrita al referirle a su padre que ha llegado el invitado que esperaban y que es guapo."Como yo", apostilla.

(La ilustración es de Ramón Casas; no sé si la fémina acostada tendrá los ojos azules, pero me apetecía ponerla).

Thomas Hardy, "Unos ojos azules. Barcelona, Mondadori, 2009.

La tumba de Lorca

19 de enero de 2010


"La tumba de Lorca" era el título previsto para la conferencia del CAC de Málaga de ayer 18 de enero (dentro del ciclo "Razón y emoción de Europa" del Aula de Literatura y Pensamiento contemporáneos Rafael Pérez Estrada).
Ian Gibso fue presentado por Juvenal Soto y por Manuel Pimentel, quien realizó una extensa introducción donde expresó la "perplejidad" que le producía muchas de las cuestiones relacionadas con el caso Lorca.
El autor de origen irlandés y nacionalizado español, habló de la figura de Federico, de su relación con Granada y con la ciudad de Málaga; sobre todo las relaciones problemáticas con su ciudad natal y su burguesía, "la peor burguesía de España", según declaró el poeta en la antesala casi de su muerte. De su ideología, claramente posicionada en vísperas de la Guerra Civil.
Sobre el tema de la tumba no se extendió demasiado. Pero sí dejó bien claro la necesidad de buscar al poeta. Una necesidad ética para un país que aún no ha afrontado en su integridad la historia del período franquista. Federico es un símbolo, es el poeta de mayor proyección en idioma español.
La búsqueda de los restos de Federico le ha parecido un "esperpento", ese buscarlo sin buscarlo de verdad, con ese circo de jaimas y cercos. La Junta lo ha hecho mal y él se siente dolido. Ni le han consultado (a él, el gran biógrafo lorquiano) ni parece que vaya a haber un nuevo intento.

(La foto, de pésima calidad, tiene su gracia porque parece como si hubiésemos estado allí codo con codo Ian Gibson y una misma ,aunque yo sólo me acerqué para pedirle que me dedicara su libro, "El hombre que detuvo a García Lorca", lo que hizo con mucha amabilidad).

El hombre que detuvo a García Lorca

17 de enero de 2010


Ian Gibson es un prestigioso hispanista que ha dedicado buena parte de su labor profesional a la figura de Federico García Lorca. Digo "figura" porque nadie como él ha buceado en la personalidad y en las peripecias vitales del poeta granadino, desde su ya épica biografía publicada en Grijalbo a comienzos de los ochenta.
En "El hombre que detuvo a García Lorca" la labor de investigación es más que nunca detectivesca. Le sigue la pista un señor nada simpático: Ramón Ruiz Alonso, padre de las que luego serían las actrices Emma Penella, Terele Pávez y Elisa Montes (como decía Bertrand Russell el secreto de la felicidad está en escoger unos buenos padres; ellas debieron buscar la felicidad en las tablas).
Ruiz Alonso, diputado de la CEDA (el partido derechista de Gil-Robles) , nunca negó, según escribe Gibson, haber detenido a Lorca en la casa del poeta Luis Rosales. Cuando lo detuvo le aseguró, cínicamente, que no le pasaría nada, que sólo le harían algunas preguntas en el Gobierno Civil (capítulo V, pág.164). Estremece el relato. Ver cómo sobre mezquindades sin cuento y minúsculas rivalidades se va tejiendo, implacable, la muerte del poeta.
Interesantísima también es la parte del capítulo IV dedicada a "La casa de Bernarda Alba", con los posibles referentes reales de los personaje y cómo pudo ser también un motivo de odio hacia Federico.
En resumen, un libro muy recomendable no sólo para incondicionales del poeta sino para amantes de las investigaciones históricas hechas con rigor y pasión a la vez. También para buceadores de las bajezas a las que puede llegar el ser humano (los lectores de novela negra en general).

Ian Gibson, "El hombre que detuvo a García Lorca. Ramón Ruiz Alonso y la muerte del poeta". Madrid, Punto de Lectura, 2008.

Las mujeres de Galdós

16 de enero de 2010

Estoy leyendo "Halma", de Galdós, el primer libro no mío con el que he rellenado mi libro electrónico. La protagonista es Catalina, condesa de Halma. Esta noble de rancio abolengo (con una parodia de genealogía comienza la novela) se ha casado con un conde más pobre que las ratas y que, encima, tiene el mal gusto de morirse. La condesa, acogida en casa de su hermano, llevará una vida retirada y volcada en la religión.
Pronto se cruzará el dinero, en forma de "legítima" o parte que le corresponde la su herencia. Pero la condesa no tiene intención de disfrutar de tal patrimonio....
Los personajes femeninos galdosianos, en general, no son felices. Y a veces son incluso figuras patéticas.
Aunque para mujer infeliz nadie mejor que Lorenza Cobián, la mujer que engendró dos hijos del escritor (uno muerto al poco de nacer; otra su hija María -en la foto, con su madre). Lorenza era una mujer poco culta. Como Galdós, ya famoso, se burlara de que no había leído ninguna obra suya, le espetó: "Ni tuya ni de nadie". Así también debió sentirse íntimamente, porque se negó a casarse con él, alegando que, si lo hacía, perdería la ilusión.
Lorenza Cobián se mató en 1906 tras sufrir fuertes depresiones. Un periódico publicó la noticia de este modo despiadado: "Suicidio de una loca".

Benito Pérez Galdós, "Halma" , www.cervantesvirtual.com

Federico debe volver

Federico debe volver. No puede, desgraciadamente, volver en carne mortal resucitada. Pero sí pueden volver a nuestro mundo, el de los vivos, sus restos mortales.
No se puede desistir del empeño. Las instituciones, los medios de comunicación, los particulares no podemos dejar que otra vez caiga todo en el olvido. No: hay que encontrarlo de una vez por todas. Si se ha fracasado en este primer intento, deben seguirlo otros.
Porque si se abandona ahora, habrán triunfado los asesinos, los que cometieron el horrendo crimen, ya que habrán borrado hasta el último vestigio carnal del poeta. Y con ello, cualquier vestigio del crimen. También quedarán sin conocer las circunstancias específicas del mismo.
No, no podemos dejar que se salgan con la suya. Federico debe volver al mundo de los vivos. Con quienes lo admiramos y lamentamos hasta el infinito su desgracia.
Federico debe volver. Y no debemos escatimar recursos para esta tarea tan honrosa. Quiero decir: que nos honra a los vivos. Los que cuidan la memoria de quienes se lo merecen.

(En la ilustración, una carta manuscrita de Federico García Lorca, www.cervantesvirtual).

Smorgasbord

14 de enero de 2010

Mi proveedor habitual de libros me trae otro mankell: "Cortafuegos". Le agradezco el detalle (y hasta le doy un beso). Pero, con franqueza, no sé si me daré otro atracón. Estoy todavía liada con "La leona blanca" y llevo por delante un galdós del que hablaré en próximos días (o quizá lo haga en el otro blog, en "No sport", que está menos visitado que una tienda de trajes de flamenca en la margen izquierda de la ría de Bilbao; sólo un valiente se ha atrevido a apuntarse como seguidor y juro que no es de la familia ni tampoco mi amiga Eloísa).
Comienzo a leer el primer capítulo, no lo puedo evitar (Herminia y yo somos así) . Y me asalta el nombres de una ciudad sueca que me suena porque es idéntico a un modelo de sofá de Ikea. Qué culpa tendrá el pobre Mankell. Y la ciudad sueca de marras.

Henning Mankel, "Cortafuegos". Barcelona, Tusquets, 2004.

Sin mañana

13 de enero de 2010

Preparando el ensayo de Watteau he recalado en la figura literaria de Vivant-Denon porque fue poseedor de unos de los cuadros más afamados del artista (el llamado Gilles). Dominique Vivant, barón de Denon (1747-1825) fue arqueólogo, dibujante, grabador, viajero (acompañó a Napoleón en la campaña de Egipto), precursor de las museología, diplomático y, eventualmente, escritor. Además de narrar sus correrías egipcias, escribió un relato delicioso, Point de lendemain ("Sin mañana") que resume todo el espíritu del siglo XVIII. A través de los amores de un joven inexperto y la seductora señora de T..., Vivant nos describe las dulzuras eróticas de esa centuria. La descripción de un nido de amor, oculto tras un panel secreto, es absolutamente dieciochesca. Todo refleja una frivolidad deliciosa.
Y sin moraleja, como reconoce el perplejo protagonista. El placer no tiene moraleja.

(La ilustración, por supuesto, es de Watteau, "Ninfa y sátiro", Museo del Louvre).

Vivant Denon, "Sin mañana". Girona, Atalanta, 2005.

El cuarto oscuro de Damocles

10 de enero de 2010


He elegido una colorista Ámsterdam para ilustrar el sombrío relato del que me ocupo. O no tan sombrío: a trechos me recuerda a Camilleri pero también al oscuro Simenon. No obstante tiene un comienzo que no parece desmerecer la calidad literaria que le cuelga la solapa del libro ("uno de los mejores escritores holandeses del siglo XX"). El autor me era desconocido por completo. Ha sido mi amiga Eloísa quien, no sólo me ha indicado la existencia de este escritor, sino que ha tenido la gentileza de regalarme el libro (ella es así de gentil). ¿El motivo? Mi hipotético "santo": una tal Santa Herminia de Antioquía, patrona de los eruditos.

Willem Frederik Hermans, "El cuarto oscuro de Damocles". Barcelona, Tusquets, 2009.

La leona blanca

8 de enero de 2010


No, no tengo remedio. He vuelto a empezar un mankell. La culpa no es mía: me lo han puesto encima de mi mesa y no he podido resistirme. Al principio creí que lo había leído, porque en otra novela de la serie Wallander aparecen también mercenarios sudafricanos, pero no era así. La novela comienza con la creación, en la Sudáfrica de 1918, en un cafetín de tres al cuarto, de una sociedad de afrikaners. Una sociedad de individuos de origen holandés, caracterizada por su pdio tanto a la población negra como a los ingleses, minoría dominante en la colonia. La dramatización, aunque con algún subrayado grueso, es efectiva para mostrar los orígenes y la ideología de una asociación que tuvo una influencia increíble en la sociedad sudafricana hasta la década de los setenta. La narración, en el siguiente capítulo, vuelve a Ystad, donde habita nuestro Wallander

(He encontrado en internet una imagen de la Broederbond o hermandad, con dos de los personajes que utiliza Mankell, uno con el mismo nombre de pila que el novelista -Henning. Pero he preferido utilizar como ilustración un ejemplo de la flora sudafricana; la fotografía es de Ludi Lochner, cuya especialidad es la fotografía de naturaleza).

Henning Mankell, "La leona blanca". Barcelona, Tusquets, 2009 (4ª edición).

Au bonheur des Dames

6 de enero de 2010


Ahora que se acerca la vorágine de las rebajas no está de más hacer un poco de arqueología. En esta novela de Zola, "Au bonheur des Dames" (traducido, con un leve matiz soteriológico, como "El paraíso de las damas") se hallan los orígenes del fenómeno de los centros comerciales. Insertos, claro, en un bello relato de cenicienta: el de Denise, la pobre huérfana que llega a París para ganarse la vida y vive en condiciones miserables. Su ambición es estar "detrás de los mostradores", es decir, ser vendedora de uno de los primeros grandes almacenes parisinos, con más de cuatrocientos empleados, cuyo dueño es Octave Mouret, un feroz déspota que sabe explotar muy bien las debilidades femeninas....
Las estrategias comerciales de seducción, el fenómeno de la moda, la psicología de las rebajas, el placer de comprar...todo eso lo describe magnífcamente Zola ya en 1883 (ver capítulo IX). Eso por si se cree elcorteinglés que ha inventado algo.

(La ilustración pertenece a un contemporáneo de Zola, el pintor Gustave Caillebotte).

Émile Zola, "El paraíso de las damas". Barcelona, Alba, 1999. Traducción de María Teresa Gallego y Amaya García.

La prima Phillis

5 de enero de 2010


Elizabeth Gaskell (1810-1865) es una dama victoriana a tiempo completo. Esto no quiere decir que no sea una excelente escritora: es una escritora sutil, que desentraña, desde la aparente nimiedad de los acontecimientos cotidianos, las contradicciones de una sociedad como era la Inglaterra industrial de mediados del XIX.
En esta novela, la aparente protagonista es la prima Phillis, una joven encantadora y, por desgracia para ella, demasiado culta y sensible. De su cultura se hace esta cruel burla:
"Es tan inteligente que parece un hombre...Sabe griego y latín -dije.
-No se acordará de esas cosas cuando tenga una casa llena de niños -respondió mi padre".
Por desgracia, ésa era la situación de las mujeres en la época, en la que el acceso a la cultura garantizaba una independencia económica ni tampoco, diríamos ahora, una independencia emocional. Las mujeres seguían siendo criaturas dependientes y los varones eran los que construían ferrocarriles, creaban artefactos o, cuando menos, eran los titulares de una parroquia. Eran los hacedores de su propio destino, en un momento histórico, además, en el que muchos aspectos de la sociedad estaban cambiando de forma radical.
La protagonista de la novela, desde nuestra perspectiva, seríala aciaga suerte de muchas mujeres, de ayer o de hoy, libradas sólo a la fuerza de los sentimientos amorosos. Los más veleidosos, los más inconstantes, los más mortíferos a veces.

(La ilustración corresponde al óleo de Claude Monet titulado "La gare St. Lazare").

Elizabeth Gaskell, "La prima Phillis". Barcelona, Alba, 2009.

La casa torcida

4 de enero de 2010

En el prefacio a la novela, la autora escribe que "por cada cinco libros que significan sólo trabajo, uno constituye un verdadero placer". (Eso por si alguien cree que escribir no cuesta trabajo). Pero éste libro que el lector se dispone a disfrutar, también fue placer para la autora. Ágatha Christie se burla de los que le dicen que escribir tal o cual cosa debió ser un placer. No: a veces incluso una tortura. Esta narración, en cambio, creció sola; ella afirma "Me parece que yo fui sólo su escriba". Esa conjunción de facilidad y felicidad le parece asombrosa. Y sin empacho afirma que se trata de una de sus mejores novelas.
A mí también es una de las que más me gusta. Con un final desarbolante: se queda uno como navío sin trapo. Touché.
Como dice mi madre, "escribir es muy difícil". Pero hay escritores tocados por la gracia.

Ágatha Christie, "La casa torcida". Barcelona, RBA, 2007 (1948).

Perfume visual

3 de enero de 2010

Como muestra de la tontería de la cultura de la imagen de nuestra sociedad, un botón. En un anuncio de una cantante famosa que se piensa hacer rica vendiendo sustancias olorosas en bote (tan mal está el asunto discográfico), la protagonista, la beneficiaria del asunto, dice: "No digas nada: siente". Y yo, receptora del mensaje y potencial comprradora, me digo: ¿qué debo sentir? ¿Dolor de muelas? ¿Odio? ¿Hastío? ¿Amor? ¿Ganas de tirarme un cuesco? En el mundo estúpido de la imagen, el sentimiento es reducido a no se sabe qué exacta emoción. O "auto-emoción", como en otro famoso eslogan publicitario.
Siente lo que sea, pero compra, por favor. Y ahora con la crisis, más todavía (es la enseñanza del 29, aunque la cantante no lo sepa). Compra y no pienses. Compra el día, ése es el lema de nuestro tiempo. Lo de carpe diem está ligeramente anticuado. El poeta Ausonio está tan muerto....

Peter Burke

Peter Burke (un historiador especializado en el Renacimiento) escribe sobre la revolución del libro electrónico. Como todas las revoluciones, dice, no será definitiva; tendrá ventajas e inconvenientes. Es posible que no sustituya al viejo "orden de los libros" del que habla Roger Chartier. Desde su propia experiencia personal, Burke habla de una coexistencia pacífica: él utiliza internet (buscadores y correo electrónico) pero para las lecturas largas prefiere un libro. Por otro lado, considera que es demasiado pronto para responder a la pregunta de que si las nuevas formas de lectura darán lugar a una forma de pensar distinta.
Yo creo que las nuevas formas de pensar (y el no-pensamiento también) están determinados, no por los formatos librescos, sino por la omnipresencia de una cultura visual, que a veces aplasta al verbo y lo sustituye de forma harto imperfecta. (De eso ya dio cuenta Sartori en "Homo videns"). Las nuevas tecnologías de almacenamiento y transmisión de la información son también un formidable desperdicio. Son una herramienta formidable de conocimiento pero, a la vez, un enorme sumidero de basura. Con todo, la inteligencia humana seguirá siendo básicamente lingüística y si no la potenciamos así, verbalmente, aviados estamos.

Peter Burke, "La revolución del libro electrónico". ABCD las letras y las artes, 2-I-2010.

Gene Tierney

2 de enero de 2010


1944. Europa se halla aún en plena conflagración, pero un director vienés, Otto Preminger, puede permitirse el lujo de rodar una película como "Laura". En Estados Unidos, claro, no en la Austria pateada por Hitler.
El filme, protagonizado por la bellísima Gene Tierney, se convertirá en una de las joyas del cine negro.
1958. 1 de enero. Los buenos propósitos navideños incluyen también los de los suicidas: Gene Tierney intenta arrojarse desde la cornisa de un edificio. La actriz fue maltratada por su marido y su frágil equilibrio psíquico se resintió. Ya no era la seductora Laura que vuelve de un equívoco mundo de los muertos, sino la mujer cuya desesperación le hace buscar el lugar donde ya no se padece jamás. Aún viviría hasta el año 1991, en el que falleció víctima de las bondades de un enfisema pulmonar.

El libro vacío

1 de enero de 2010


Tengo en mis manos un libro electrónico. Es plateado, ligero (pesa menos que un blíster de mortadela); una ventana enmarcada que abre al mundo libresco.
Pero está vacío. Técnicamente es sólo un" lector de libros"; sólo un soporte.
He metido algunos textos míos en él (mi ensayo sobre el cuerpo humano, un texto sobre la Ilustración).Por ahora, su ingente capacidad de almacenaje sólo atesora el vacío. Y el espesor de lo ya leído, de lo leído hasta la saciedad, que es lo escrito.
Tengo el papel, el pergamino, el papiro, la arcilla. Ahora, como siempre, hay que darles vida con esas minúsculas patas de mosca o letras.