La muerte de Montaigne

14 de enero de 2012

Que la naturaleza de la novela es esencialmente híbrida lo demuestra con creces este texto. Resulta chocante la calificación del mismo como novela (en boca también del narrador y no sólo, como estrategia editorial, en la solapa), pues a los elementos narrativos y los episodios imaginados, se unen otros de carácter digresivo que desplazan o engullen casi a los anteriores. El libro avanza entre anécdotas eróticas, referencias históricas a los reinados de Enrique III y Enrique IV de Francia, alusiones a historiadores como Michelet y las propias peripecias vitales del autor, desde su infancia lectora a la búsqueda del escenario en el que Montaigne escribe su obra (la famosa torre que aparece en la portada, con los rostros del propio Montaigne y de Edwards en sus ventanas). La admiración por el autor de los "Ensayos" es el hilo conductor pero resulta llamativo que ya en la primera página se interrogue sobre su propia condición política y si él, el narrador -que suponemos que coincide con el autor chileno- es o no reccionario.
No es lo mejor ese comienzo tan desconcertante pero hay que seguir leyendo y poco a poco la lectura te va atrapando entre episodios bien muy bien contados y una caracterización vívida de las tensiones políticas y religiosas de esa Francia de fines del XVI y principios del XVII (las referencia históricas superan el marco cronológico de la vida de Montaigne).
Un libro peculiar, en fin, en el que hay que adentrarse sin prejuicios, sin buscar esquemas fijos. No es un ensayo al uso ni una novela histórica mucho menos; tampoco un libro de memorias aunque a veces parezca un relato autobiográfico ampliado en los gustos y en las curiosidades intelectuales. Algo así como si el personaje-Edwards obviase la mayor parte de sus peripecias vitales para centrarse en otra peripecia no menos vital pero a la vez intelectual que se llama Michel de Montaigne y sus "Ensayos", autor al que llegó, curiosamente, a través de Azorín.

Jorge Edwards, "La muerte de Montaigne". Barcelona, Tusquets, 2011.  



2 comentarios:

ethan dijo...

Desde luego peculiar sí parece. Interesante blog!
Saludos!

HLO dijo...

Gracias, ethan, bienvenido.