Misoginia

7 de enero de 2012

Muchos de los cuentos de Maupassant rezuman una profunda misoginia. Podríamos ahondar en su vida personal (sus numerosas aventuras galantes, su afición por las prostitutas, su soltería) para dar una cumplida explicación de la misma y, de paso, señalar la profunda desigualdad que reinaba entre los sexos en las soiedades burguesas de fines del XIX.  Pero lo que me interesa aquí es señalar el balance negativo que suele hacer el escritor de sus personajes femeninos. La perfidia y la doblez parecen ser las características más relevantes de las mujeres para él. Incluso las burguesitas más tiernas pueden ocultar una vida de engaño y de traición perfectas. No obstante, hay un tipo de mujer muy particular  repetido en relatos como "Una pasión", "Petición de un vividor a pesar suyo" (en realidad una variación del anterior) o "La modelo" que despierta especial repugnancia en el autor: el de la mujer que se entrega con una pasión furibunda a un hombre y que acaba siendo una pesadísima cadena para éste, una maldición de proporciones bíblicas. Una mujer que es capaz de llegar al suicidio (o a sus estrictos límites) a causa de ese terrible amor. No es, en sentido estricto, una femme fatale como la entendió el fin de siglo y un arte considerado decadente en su época (de eso se ocupó magistralmente Erika Bornay en su libro), sino una mujer que no produce más que desprecio, asco o conmiseración. La causa de esos sentimientos que despierta (en el personaje y en el narrador) ese tipo de mujertan apsionada como  terca reside en lo que Maupassant resume así: "Tan pronto como deseamos a una mujer, creemos sinceramente que no podremos pasar sin ella el resto de nuestra vida. Sabemos, por supuesto, que eso ya nos ha ocurrido; que la repugnancia ha seguido siempre a la posesión; que para pasar nuestra vida al lado de otro ser , se necesita, no un brutal apetito físico, sino una concordancia de alma, de temperamento y de humor" (pág.1211). La mujer del relato, claro, no era sino una mujer "dotada de esa necedad elegante que suelen tener las pequeñas parisinas" (pág,1212); alguien que produciría el previsible hartazgo en cuanto se hubiera satisfecho la curiosidad sexual. La insistencia en retener al amante es lo que resulta repugnante y, de algú modo, antinatural. Pues en esa sociedad son los hombres quienes abandonan a las mujeres sin mayores problemas.

(En la ilustración, "Salomé", de  Lucien Lévy-Dhurmer, 1896).

Guy de Maupassant, "Cuentos completos". Madrid, Páginas de Espuma, 2011.

Erika Bornay, "Las hijas de Lilith". Madrid, Cátedra, 1990. 

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