Desdichada Dido

20 de agosto de 2010

Una de las características más sobresalientes de la escritora Isabel Barceló es su imaginación poética. Si la novela histórica se enfrenta a graves problemas en su elaboración, con el necesario acopio de datos arqueológicos y fuentes literarias, en el caso de un episodio mítico como el de Dido, el problema es casi insoluble.
Ignoro las fuentes que ha utilizado para su novela, pero el recurrir a la Eneida, en su capítulo IV, parece lo más obvio. Pero lo que es aquí una parafernalia de dioses -insufrible para el lector contemporáneo- y reiteradas alusiones al pudor por parte de la reina -del mismo modo insoportables-, han desparecido en la novela, sustituyéndolos la autora por un delicado análisis psicológico y una amable puesta en escena. El encuentro entre Dido y Eneas, su aventura en la cueva, sigue el modelo virgiliano. Pero la culpa ha desaparecido y el deseo amoroso ocupa, triunfante, su trono.

(En la ilustración, Rêverie, del pintor John William Godward -1861-1922)

Virgilio, "Eneida". Madrid, Espasa-Calpe, 1991.

Isabel Barceló Chico, "Dido reina de Cartago". Madrid, Es ediciones, 2009.

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