La tía Julia

21 de agosto de 2011

¿Qué puede hacerte soportable una hora de espera de pie en el aeropuerto? La literatura, por supuesto. Con la tía Julia, se me pasó el tiempo volando. El libro me lo había reservado para estos menesteres y no me ha decepcionado. Aunque al principio no me enganchó, cuando me metí en faena no pude dejar de leer hasta las escalerillas del avión y luego seguí leyendo dentro, por supuesto. Descubrí así que para las compañías low-cost el libro no es equipaje de mano, no es nada: puedes llevarlo debajo del sobaco y es como si fuera un pañuelo o cualquier atavío folclórico. O quizá lo consideren como una biblia y no se atrevan a recovenirte que lo lleves trincado como si de él dependiera tu salvación personal.
La novela es espléndida. La admiración que produce el artificio libresco sólo se completa con la avidez, el deseo de seguir leyendo, que desatan sus historias. Pues no sólo se admira al magnífico escritor sino al cotilla que te cuenta los chismes más estupendos de esa forma tan admirable.
(Adivinanza: de los dos sujetos de la foto, quién es diez años mayor...)

Mario Vargas Llosa. "La tía Julia y el escribidor". Madrid, Santillana, 2011.


2 comentarios:

Índigo dijo...

¡Tú si que lo has contado bien, compi! Pero te callas lo que queremos saber: ¿a dónde volaste?
Un beso

HLO dijo...

A Milán, compi. Ya contaré algunas cosillas en otros post.

Besote