Lana Peters

29 de noviembre de 2011

Ha muerto, a los 85 años de edad, la hija de Stalin.
En Wisconsin (USA), a causa de un cáncer.
Stalin fue uno de los dictadores más feroces del siglo XX, probablemente el que más víctimas provocó (en ese dudoso honor supera al mismísimo Hitler). Pero como suele ocurrir, los dictadores también tenen familia, hijos incluso. Svetlana (Lana) era el "gorrioncito", el pajarillo alegre de su papá.
En 1967, muerto ya hacía más de una década Stalin, Lana pide asilo político en Estadso Unidos, el enemigo recalcitrante de la Unión Soviética. Su vida su de todo menos fácil. Vivió en varios países, perseguida, suponemos, por todos los fantasmas posibles, incluido el de su padre, del que renegó ostensiblemente. Sus últmos años han estado marcados, al parecer, por la pobreza.
Si es que ya lo decía Bertrand Russell: el seceto de la felicidad radica en saber escoger unos buenos padres. Y Svetlana no tuvo mucha suerte al respecto. Aunque cuando de niña se deslizara por los amplios pasillos del Kremlim y fuese mimada como una Shirley Temple en versión soviética, muchos pensaran todo lo contrario.
(En la fotografía, Svetlana con su padre y uno de sus hermanos).

2 comentarios:

Antonia Romero dijo...

Escalofriante la idea de que cualquier padre es posible. Aunque uno solo puede ser hijo de su padre, no importa lo que haya hecho...

En fin, una entrada que me ha hecho pensar.

Un saludo

HLO dijo...

Es terrible, la verdad. Luego, la vida tiene sus márgenes de libertad pero a veces son escaos.

Saludos, Antonia. Y bienvenida.