Siempre guapa

16 de marzo de 2016

"Siempre guapa. El imperativo estético en la sociedad contemporánea". El pasado jueves se presentó en la Diputación de Almería el libro con los ensayos galardonados en la décimo quinta edición del Premio de Ensayo Carmen de Burgos.
No pude asistir pero espero tener en breve el libro en mis manos.
Mi ensayo habla sobre la "obligación" de estar guapas que tienen las mujeres en nuestra sociedad -lo que he llamado "el imperativo estético". Algo que puede parecer irrelevante pero que no lo es. Es un mandato coactivo que, además, no es demasiado antiguo, posee un origen histórico preciso...

El discurso de Félix de Azúa

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El pasado domingo, trece de marzo, el escritor Félix de Azúa pronunció el reglamentario discurso de ingreso en la Real Academia Española. Es Azúa un escritor formidable, que cultiva con enorme creatividad y acierto una gran variedad de géneros. De él he leído (para mí eso equivale a comprar sus libros y trasvasar religiosamente unos dineros al autor, qué mejor homenaje) varias de su novelas: Historia de un idiota contada por él mismo, Cambio de bandera, Demasiadas preguntas; alguna poesía, Poesía 1968-1988; dos libros de ensayo  Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes; y un libro que recoge artículos periodísticos, Lecturas compulsivas. Su labor como articulista es, además, brillante, siendo sus artículos a la par que cultos, originales e irónicos, a veces sarcásticos pero también plenos de admiración por lo que es digno de ello (entre los publicados en El País, recuerdo con gratitud el dedicado a las pinturas prehistóricas de Chauvet).
 El discurso de ingreso en la Academia –cuya réplica fue realizada por Mario Vargas Llosa-  es, claro, una obra de circunstancias pero está escrita con una tensión narrativa singular, aun respetando las convenciones de la oratoria y las que el propio evento impone. Como su predecesor en el sillón H, Martín de Riquer, era amigo suyo, cuenta de forma divertida su singular relación y aspectos anecdóticos del quehacer del medievalista.
  Ahora bien, cuando acabé de leerlo me di cuenta de un detalle en absoluto menor: no había en él ni un nombre propio de mujer. Ninguno entre los nombres de escritores citados. Ni traductora ni editora ni agente literaria tampoco. Y si aludía a lectoras es al hacer referencia al descrédito que padecía el género de la novela histórica, al ser consideradas dichas novelas “productos comerciales para señoras románticas”. Como tampoco hay mujeres ajenas al oficio o a las prácticas librescas (cuando cita a una empleada de Correos, lo hace aludiendo a su oficio, no a su nombre). El mundo de Azúa es enteramente masculino, al parecer. No ya en sus referentes culturales –la tradición literaria, es evidente, está constituida por escritores en su mayor parte; las escritoras han sido una parte exigua, eso hasta el momento-, sino en su mundo vivido y en el mundo digno de ser escrito y transmitido en un acto académico.
  Leo la contestación del discurso, realizada por Mario Vargas Llosa y, en efecto, hay figuras femeninas en él: cita, con nombre propio a… las musas (Terpsícore y Talía),
además de unas anónimas señoras y jovencitas quienes, el parecer, admiraban la belleza clásica de don Félix de Azúa. Y, citando un texto de Azúa, hay una referencia genérica a bárbaros que “esclavizan a sus mujeres”.
  Algo generacional, me digo. Pero no. Buscando en los estantes de mi biblioteca, me encuentro un libro de Rafael Chirbes  (prácticamente contemporáneo de Azúa), compuesto por conferencias y otros textos de circunstancias. Uno de ellos está dedicado a Carmen Martín Gaite. Y entre sus referentes culturales están Virginia Woolf, Santa Teresa, George Eliot…En su horizonte cultural hay, pues, mujeres también.
  No, no es algo generacional. Repasando el libro de Azúa Lecturas compulsivas, vuelvo a leer el artículo dedicado a los “nueve novísimos”. Qué casualidad que sólo cita a siete poetas (el octavo es él mismo) y omite al noveno o novena en este caso, Ana María Moix.
  Espero que, después de todo, sea una casualidad. Que ni Azúa ni Vargas Llosa crean de verdad que el mundo de las letras (el mundo entero) es, como aquel famoso coñac, cosa de hombres. O que las mujeres deban aparecer, en el hipotético caso de aparecer sus nombres impresos, en el papel couché de ciertas –ínfimas, idiotizantes- revistas ilustradas. 

(En la fotografía, Félix de Azúa y Mario Vargas Llosa).