Comme il faut

29 de septiembre de 2010

Una de las razones del éxito de la novela pero que, paradójicamente, le impiden erigirse en un texto literario de alta calidad, es el tratamiento que recibe la protagonista. Erica, alter ego de la escritora Camilla, es un personaje demasiado edulcorado, demasiado comme il faut, demasiado como tiene que ser. Demasiado bonito para ser creíble.
Es posible que muchas lectoras se sientan identificadas con el personaje de la escritora ficticia, o les guste, simplemente, porque acumula las características que debe tener una mujer de principios de milenio (por supuesto guapa, pero también con una actividad remunerada, inteligente y activa, marcada por la curiosidad hacia su entorno pero también con cierto grado de vulnerabilidad emocional).
El personaje resulta así como un maniquí a la moda, agradable a la vista y efectivo mientras dura su efectivdad. El empacho, a la larga, está asegurado.

Camilla Läckberg, "La princesa de hielo". Madrid, Embolsillo, 2010.

Musas insumisas

28 de septiembre de 2010


Hay libros que dinamitan el concepto de lo académico. Es el caso del libro “Musas insumisas. Paradigmas y discursos literarios de lo femenino”. Bajo la apariencia de un estudio académico al uso, Carmen Velasco nos ofrece una lectura extraordinariamente sugerente de la obra de autoras en lengua española. Con un denominador común: el desciframiento de diferentes modelos de lo femenino.

Partiendo de un corpus de saberes instituidos -los propios de la crítica literaria y de la teoría feminsta-, Velasco lo vivifica, dándole sentido y significación a un conjunto de expresiones literarias en aparencia dispares: desde una autora que nace a finales del XIX (Victoria Kent) a otras que nacen ya en el útimo tercio del siglo XX (Beatriz Preciado).

El primer paradigma estudiado es el protagonista de la obra de Victoria Kent, Plácido. Éste es el protagonista del texto autobiográfico que la autora escribe, en tercera persona y bajo ese nombre masculino, en los años terribles de la ocupación nazi de París –donde se hallaba refugiada Victoria Kent tras finalizar la Guerra Civil española.

En segundo lugar, Carmen Velasco analiza en su libro “Las edades de Lulú”, la novela de Almudena Grandes. Ahí subraya la ambigüedad del personaje femenino construido y cómo el sexo funciona como un elemento de contro de dicho personaje.

En tercer lugar, la obra de Pilar Pedraza, adalid del género fantástico, es motivo para una reflexión sobre dicho género y la construcción irónica de los personajes femeninos pedrazianos.

En cuarto lugar, la escritora mejicana Margo Glantz es estudiada en su relación con el fetichismo. Curiosamente el fetichismo establecido a partir de los zapatos (cf. “Historia de una mujer que caminó por la vida con zapatos de diseñador”).

Por último la literatura de Beatriz Preciado, “Testo yonqui”. Una autoficción teórica, según Velasco; un auténtico “ensayo corporal”, según Preciado, pues, entre otras cosas, cuenta sus experiencias con la testosterona sintética.

Cabe señalar, en fin, la erudición deslumbrante de este texto riquísimo, pletórico de sugerencias y de hallazgos conceptuales. Todo un hallazgo.

Carmen Velasco Rengel, "Musas insumisas. Paradigmas y discursos literarios". Benalmádena Costa, Eda libros, 2010.

Mujeres fin de siglo

26 de septiembre de 2010


En el relato "El intérprete griego" conocemos dos detalles de la vida personal de Sherlock Holmes: que tiene un hermano -un lumbrera también pero muchísimo más indolente también- y su "aversión a las mujeres". Éste último dato lo deja caer Watson, que a esas alturas debe conocer bien a su amigo, aunque lo sorprenda con sus relaciones familiares.
Es difícil dilucidar qué característica del genérico "mujeres" no le gustaba a nuestro detective. Es cierto que finalizando la centuria no todas las mujeres pueden tener una preparación intelectual o profesional que le resulten dignas de interés al misántropo de Baker Street. Pero es cierto que, aparte de las bellezas típicas de cada época, había ya mujeres muy interesantes, no sólo las intelectuales o escritoras conocidas sino mujeres con criterios e ideas propias. Emancipadas o no, a fines del XIX hay mujeres, en un número creciente, que buscan ya otro horizonte distinto del limitado mundo doméstico.
Nuestra amiga Laura V. ha investigado en un ámbito concreto -la prensa- la intervención de las féminas fin de siècle y ha escrito un artículo interesantísimo titulado "Del gabinete perfumado a la redacción del periódico. Marisabidillas en la Barcelona de fines del XIX". Que esperamos ver pronto publicado.

(En la ilustración, el retrato de lady Agnew del pintor John Singer Sargent, de 1892).

Penúltima fotografía

23 de septiembre de 2010

Eso debió pensar Federico. Que era la penúltima fotografía. No decir nunca "la última" es una superstición muy común en el sur: no decir jamás, la última copa, la última novela, la última boda...
Pero, fatalmente, alguna ha de ser la última. La última foto de Federico quizá sea la que ahora se expone en el International Center of Photography de Nueva York en la exposición titulada "The mexican suitcase". El título alude a la mítica maleta con negativos de fotografías de Robert Capa, Gerda Taro y David Seymour que ahora se recupera y se expone (aunque sólo en una mínima parte).
En al foto, aparece Federico García Lorca con una iluminación lateral que enciende su mejilla izquierda y marca las líneas de expresión de su rostro (el surco nasogeniano, el mentón hendido, el ceño que frunce, una incipiente sonrisa). Los ojos no están abiertos del todo, unos párpados algo hinchados, pero vigilantes de unas ojeras incipientes, que velan la mirada. Federico parece mostrar cierta complacencia, una pizca de hastío también en esa mirada entre indolente y cauta. Un interlocutor, a la derecha de la imagen, apenas queda entrevisto, pues no se alcanza a ver su perfil ni el contorno de su cabeza; sí el pelo moreno y el arco de unas gafas redondas, y un rostro que se intuye alargado.
Lo que daríamos por saber qué decía Federico, qué pensaba Federico en esos momentos. Dos meses antes de su muerte.

(Cf. El País, 23-IX-2010)

En la ilustración, un cuadro pintado por Van Gogh en 1888, diez años antes del nacimiento de Federico.

La princesa de hielo


Tras la portada interior veo con estupor cómo, la que tengo es mis manos, es la trigésimocuarta edición de la obra en castellano. Todo en el corto espacio de tiempo de dos años, desde aparición en Maeva. Las ediciones deben ser fascinantemente pequeñas o el éxito inconmensurable.
Empiezo a leer. La primera imagen es impactante, muy literaria y acorde con el título. Sigo leyendo. La pericia narrativa de la autora se muestra en detalles como el artificio metaliterario conseguido al introducir a la protagonista como escritora de la propia obra. Bien por Camilla.
Sigo leyendo y me quedo un poco estancada en esos prolegómenos en los que se empieza a atisbar la vida oculta de la mujer muerta. Seguiré leyendo. Con estos mimbres se puede construir una buena novela. ¡Camilla, no me decepciones!

Camilla Läckberg, "La princesa de hielo". Madrid, Embolsillo, 2010.

Balzac

19 de septiembre de 2010

Balzac fue una fuerza de la naturaleza. Su ideología reaccionaria, sus gustos chocarreros, su declarado arribismo no impidieron la gestación de una obra literaria verdaderamente descomunal. Ello en poco más de medio siglo, pues nació en 1799 y murió en 1850.
El grueso de su producción se agrupa bajo el título de "La comedia humana". Un título que es todo un guiño nada menos que al Dante, y con el que manifiesta su deseo de hacerle la competencia al registro civil. pues en todo el conjunto de novelas que la conforman -de muy distinta entidad y longitud- se desenvuelven las existencias de más de dos mil personajes, ora protagonistas, ora secundarios, ora citados de pasada.
En este libro que comento se reunen dos narraciones. El primero, casi un cuento por su breve extensión, "Estudio de mujer"; el segundo, "Otro estudio de mujer", en el que se incluye una larga digresión sobre "la mujer como Dios manda", con un interés puramente arqueológico y una eficacia literaria muy limitada para el lector contemporáneo.
Lo que no entiendo es de dónde se ha sacado la editorial el título bajo el que agrupa las dos narraciones. Releo el prefacio y no está; tampoco en la contraportada, ni en la solapa. Me gustaría que alguien me dijera a santo de qué viene porque tampoco de la lectura de los textos balzaquianos saco ninguna respuesta medianamente convincente.

Honoré de Balzac, "Mujeres lo bastante ricas". Cáceres, Periférica, 2010.

Macedonia de rutas

17 de septiembre de 2010



No es éste un libro de viajes al uso. Es, ante todo, todo el libro de un escritor que viaja. Esto puede parecer una tautología pero no lo es. Porque no siempre ocurre así. No siempre aflora el escritor superando al simple viajero curioso. A veces los escritores se comportan como los turistas más adocenados y anotan, como tantos harían, los tópicos más aptos para el consumo masivo.

Antonio Rivero despliega en los diferentes textos que forman el libro, no sólo un cúmulo de experiencias vitales, sino sobre todo un cúmulo de experiencias culturales, sin separar de una forma obvia y tajante esas dos esferas -al fin y al cabo registros que conforman, sin solución de continuidad, a la persona, su vida particular.

De su mano recorremos sitios que conocemos, aunque sea de otra forma (Ámsterdam, Ronda, Venecia, la Provenza). Y otros lugares que, de tan cercanos, han perdido cualquier aura literaria, como es el caso de Sevilla (un paseo por la ciudad cernudiana nos devolverá una urbe transformada). Y otros sitios como Islandia, Tallin o Coyoacán la bella (pág.191 y ss.) que se iluminan con sagas de regusto borgiano o personajes que conocemos de otros contextos.

Yo destacaría la alta calidad literaria de los textos. En ellos se va incrustando una alta erudición sin que resulte emplagosa y esa mezcla de narratividad sentimental y reflexión teórica tan característica. Un ejemplo sería “Ecos de Guadalajara”, donde evoca sus orígenes familiares mezclándolos con su experiencia en la feria del libro de la ciudad mejicana, a la vez que nos infoma de sus lecturas adolescentes y actuales y sus empresas (en el sentido extenso) literarias.

El texto con el que da comienzo el libro es iluminador. Con anécdota incluida (lo que le da un indudable tono narrativo) viene a cofirmarnos lo que sospechábamos: la rareza, la imposibilidad del viaje en un mundo globalizado.

Quizás el viaje, parece sugerirnos el libro entero, no pueda ser en nuestros días sino un género literario. O, como afirma el autor, borrando fronteras, creando otras anómalas para el conocimiento: “A fin de cuentas, la literatura es también una forma de cartografía” (pág.177).


Antonio Rivero Taravillo, "Macedonia de rutas". Sevilla, Paréntesis, 2010.

Un alma sencilla

16 de septiembre de 2010


Excepto "Madame Bovary", Flaubert no ha tenido en España una excesiva fortuna editorial. Los volúmenes que poseo del escritor francés pertenecen a ediciones muy dispares: desde libros que parecen hechos ex profeso para ser rematados en casetas de saldo, hasta ediciones de bolsillo sólo correctas. Era penoso ir a una librería de las que ordenan alfabéticamente sus libros por el apellido del autor y encontrarse muy poco de uno de los mejores escritores de todos los tiempos. Esta tendencia parece estar cambiando, si bien hace ya tiempo que editoriales como Siruela, Alba o Muchnik editaron con más cuidado y hasta con pasión títulos fundamentales como "La primera educación sentimental" o "Noviembre" o el epistolario dirigido a Louise Colet.
La editorial Nórdica ha editado bellamente una de las obras fundamentales del autor francés (a mí una de las que más me gustan), traducida por Consuelo Berges como "Un alma de Dios". La expresión coloquial española puede llevar a algún equívoco, pero resalta quizá como no lo haría otra traduccción la simplicidad del alma de Felicidad, no obstante digna de ser contada y con toda la riqueza de detalles y la penetración psicológica posibles. Después de todo, no creo que Flaubert sintiera más simpatía por madame Bovary -esa pecorilla- que por la criada Felicidad.
Una novela corta, con una narración exquisita, emocionante a ratos, y en una edición accesible pero estéticamente muy lograda. Si pudiera, felicitaría a Flaubert por su Felicité. Como no puedo, le doy la enhorabuena a Nórdica libros.

(En la ilustración, una obra de Daumier).

Gustave Flaubert, "Un alma de Dios". Madrid, Nórdica, 2010.

Gracias

15 de septiembre de 2010

Me decido por esta rica tarta de queso y arándanos para celebrar.....los cincuenta seguidores -declarados- del blog.
Medio centenar de aguerridos lectores que no dudan en apuntarse en este heteróclito blog, que se dice de novela negra pero que lo mismo te habla de las epistológrafas del XVIII que de Michel Onfray o Una Misma (bueno, borré esta etiqueta y puse mi nombre; ya está bien de modestias ¡nadie me felicitó, por ejemplo por el premio de relato que gané y del que di noticia de forma tan críptica; bueno sí, el amigo NC).
Gracias a todos. Pero creo que no tardaré en cerrar el blog. Me resula casi incompatible con la creación literaria.

Moda otoño

13 de septiembre de 2010


"Moda otoño: lo moderno es ser clásica" reza una revista de modas en su portada. No puedo estar más de acuerdo. Por eso hay que volver a los clásicos, ya sean los del siglo áureo, los del XVIII o mis queridos decimonónicos. Eso sí, a ser posible en buenas ediciones, como la que hoy traigo a colación.
El epistolar es un género muy típico del Siglo de las Luces e incluso el anterior, sobre todo en Francia. Yo conocía los epistolarios de Madame Du Deffand (sólo a través de Benedetta Craveri), las "Cartas a Sofía" de Rousseau (en Alianza), la correspondencia de Madame du Châtelet (en Feminismos, de Cátedra, a continuacón del "Discurso sobre la felicidad"), el "Epistolario inglés" de Voltaire, las "Cartas desde Estambul" de lady Wortley Montagu (ésta sí británica) y como modelo y precedente quizá de todas estas compilaciones de cartas, las "Cartas a mi hija" de Madame de Sévigné (publicadas en español por Muchnik editores).
Las cartas diderotianas están dirigidas a Sophie Volland. Una mujer a la que ama apasionadamente. Aunque las circunstancias son algo peculiares: Denis Diderot (el alma mater de la Enciclopedia) está casado y tiene ya cuarenta y un años, una edad más que respetable para la época (más aún si tenemos en cuenta que hasta en la dulce Francia ésa era más o menos la esperanza del vida en el Ancien Régime). Su amada, treinta y nueve, pero como soltera que está, se halla bajo la férula de su madre.
Esta relación, como quizá no podía ser de otra manera, se fue transformando en una relación menos apasionada y más intelectualizada. Las cartas se convierten así, tanto en testimonio de una particular liason, como en una crónica de la época y hasta en el diario que nunca escribió Diderot.

Denis Diderot, "Cartas a Sophie Volland". Edición, prólogo y notas de Laurent Versini. Barcelona, Acantilado, 2010.

Santo subito


¡Santo subito, santo ya! me dan ganas de decir cuando veo en la tele la ceremonia de beatificación de fray Leopoldo de Alpandeire, celebrada ayer en la base aérea (?¡) de Armilla (Granada). Pero no, claro, para este fraile capuchino.
Yo pido la canonización, por supuesto, para Federico Mártir. Así se le podría hacer un bonito acto multitudinario, en la base aérea o en el ferial, con mucho flamenco y bocadillos o paella gigante, y poemas suyos por la megafonía...Sería un acto precioso y así honraríamos, divirtiéndonos de lo lindo, la memoria de Federico.
Y a lo mejor así buscaríamos ya de verdad sus huesos para guardarlos en un relicario....

Hotel si voy...

11 de septiembre de 2010


De las pocas personas a las que hago caso en sus recomendaciones literarias (mi amiga Eloísa) he tomado esta referencia. Una curiosa pareja de escritores suecos, a los que imagino escribiendo al alimón sus ficciones en las tranquilas noches a tres bajo cero, cuando no hay casi nada mejor que hacer (digo para un matrimonio).
He comprado esta mañana el libro y me propongo disfrutar la novela ya. Pero me pongo a leer y casi me da un ataque de ansiedad por lo mal escrito que está el primer párrafo. Juzguen ustedes mismos: "El día había sido caluroso y bochornoso (a mí me parece que sobra un adjetivo, pero bueno, allá ellos) (...) y con una neblina solar (sic, por favor un meteorólogo profesional me explique qué demonios es esto; yo sólo he estudiado Climatología) (....). El cielo era alto" (bonita frase para un niño de cinco años, aunque tal vez habría que preguntarse si su desarrollo psicolingüístico era el adecuado).
En fin, seguiré leyendo por pura curiosidad (¿estará el disfrute estético completamente proscrito? ésa es la duda a resolver. Otra: ¿será culpa de los traductores? Me temo que no seré capaz de resolverla yo solita).
Si no vuelvo a escribir sobre el matrimonio escriptorio, ya sabrán los lectores de este blog a qué atenerse.

Maj Sjöwall y Per Wahlöö, "Asesinato en el Savoy". Barcelona, RBA, 2010.

Iceberg

Me doy cuenta que este blog es un iceberg. En él -viendo las etiquetas clasificatorias- sólo está representado un diez por ciento de mis lecturas.
Además, el porcentaje ni siquiera es reprentativo de mis gustos.
Y por si fuera poco, es injusto, canónicamente injusto. Porque, vamos a ver, en la letra H ¿qué hace ahí una señora que ha publicado poquísimo y es muy conocida en su casa a la hora de comer -Herminia Luque Ortiz- y, si se descuida, hasta la dejan sin habichuelas? Y no está el mismísimo Honoré de Balzac, no sólo uno de los novelistas más importantes de la literatura universal, sino uno de los más leídos por la autora de este blog.
(Hoy, en la Fnac de Málaga he visto que por fin Balzac tiene una edición bonita en castellano de "Eugenia Grandet", en Siruela; yo me la leí en una edición bastante feílla).
Esto hay que remediarlo. Seguiré hablando de novedades (de novela negra sobre todo; o lo que para mí sea novedad, claro) pero recurriré a mi fondo de armario con más asiduidad. Es decir, a mis decimonónicos favoritos.

Mujeres-detective

8 de septiembre de 2010

En la novela "El tratado naval" se hace referencia a una mujer detective. Se supone que la emplea Scotland Yard para realizar seguimientos y otras tareas relacionadas con mujeres. En una sociedad como la de la Inglaterra victoriana en la que la separación entre hombre y mujeres era casi absoluta (coincidiendo casi absolutamente también con la esfera de lo público y lo privado, la totalidad del mundo humanizado y el hogar), el seguimiento de una mujer por un hombre sólo podía ser entendido en un sentido: el erótico.
En la narración se lee esto: "Tenemos a una de nuestras mujeres detectives tras ella. "(pág.878)
También hay una mujer encargada del cacheo a otras mujeres, pero no se especifica categoría laboral alguna (pág. 872).
Todavía queda mucho trecho para que las mujeres se conviertan en detectives con nombres y apellidos. Incluso en la ficción.
(Luis Alberto de Cuenca , a través de una reseña publicada en el ABC ,me puso en la pista de una detective a la que llamó "la abuela de Miss Marple"; a ver si doy con ella).

Arthur Conan Doyle, "Todo Sherlock Holmes". Madrid, Cátedra, 2010.

Tula

6 de septiembre de 2010

Gertrudis Gómez de Avellaneda (Tula para su círculo más íntimo) nació en Cuba en 1814. Después de una primera juventud en la isla (donde se formaría su talento poético y lugar de inspiración para novelas como "Sab") se instaló en la península, primero en La Coruña, luego en Sevilla y finalmente en Madrid. Allí desarrollaría su labor literaria y allí fallecería en 1873 -su cadáver saldría rumbo al cementerio desde su domicilio de la calle Ferraz.
Fue una mujer hermosísima a decir de sus contemporáneos (es posible que el retrato de Madrazo no le haga justicia) y con un temperamento apasionado. Lo cual la hacía doblemente temible.. De ese temperamento, que une a su talento literario, da cuenta el epistolario que se conserva dirigido a un tal Cepeda (un aristócrata sevillano, pavisoso de por sí, que fue incapaz de estar a la altura de a pasión que la cubana le ofrecía), así como las cartas que dirigiría a Tassara (con quien tuvo una hija) y a un corresponsal al principio anónimo (otro paniaguado).
Además de la citada novela y una temprana autobiografía, la Avellaneda escribió obras de teatro y sobre todo poesía.
A un listo de la época no se le ocurrió elogiarla más que de este modo: "¡Es mucho hombre esta mujer!".

Gertrudis Gómez de Avellaneda, "Poesías y epistolario de amor y amistad". Madrid, Castalia, 1989.

Meteorología

4 de septiembre de 2010


Unos de los comentarios habituales en las novelas de Sherlock Holmes son los meteorológicos. Pero en un sentido especial. No son las simples expresiones de extrañeza o admiración hacia un tipo de tiempo concreto, sino que aparecen conectadas a una reflexión característica. Se supone que las hace Watson, el narrador y recopilador de los casos del detective de Baker Street. Y expresan la aparente paradoja del poder de la naturaleza (lluvia violenta, fuertes vientos, temperaturas gélidas) incluso en una ciudad como Londres, el culmen de la civilización y el desarrollo urbano a finales del siglo XIX. Así en "Las cinco semillas de naranja" se lee:
"Nos encontrábamos en los últimos días de septiembre, y las tormentas otoñales se nos habían echado encima con excepcional violencia. Durante todo el día, el viento había aullado y la lluvia había azotado las ventanas, de manera que hasta en el corazón del inmenso y artificial Londres nos veíamos obligados a elevar nuestros pensamientos, desviándolos por un instante de las rutinas de la vida y aceptar la presencia de las grandes fuerzas elementales que rugen al género humano por entre los barrotes de su civilización como fieras enjauladas" (páginas 323 y 324).
Para el hombre de la época victoriana, que creía haber llegado a un óptimo desarrollo civilizatorio (y Sherlock Holmes expresa una ilimitada confianza en el desarrollo de las ciencias y la razón como instrumento cognoscitivo) eso debía resultar, cuando menos, chocante.
El siglo XX, claro, (con el auge de los fascismos y el totalitarismo soviético, las dos guerras mundiales, sus desastres ecológicos, el cambio climático) aún estaba por llegar.

Arthur Conan Doyle, "Todo Sherlock Holmes". Madrid, Cátedra, 2010.

La sala amarilla

2 de septiembre de 2010

Mona Caird (1854-1932) fue una novelista británica muy interesante. Amiga del también escritor Thomas Hardy (ver etiquetas), se movió en los círculos literarios y artísticos de Rossetti, el pintor prerrafaelita.
En su obra literaria se halla una crítica de caracter feminista a instituciones como el matrimonio, no sólo en su ensayo titulado explícitamente "Marriage", sino en su obra narrativa. El relato "La sala amarilla" es un ejemplo de esto. Contado desde un punto de vista masculino, se narra en él la fascinación y a la vez el rechazo que siente un hombre por una mujer, Vanora. Una joven en absoluto convencional y que rompe los esquemas de lo que debe ser una mujer para ese hombre finisecular. "Una mujer de verdad es reservada, discreta, indistinguible, incluso hasta cuando la conoces bien, y en ese momento es como cualquier otra mujer de verdad en esas mismas circunstancias" (pág.206).

Mona Caird, "La sala amarilla", en "Fin de siècle: relatos de mujeres en lengua inglesa". Edición de María Luisa Venegas, Juan Ignacio Guijarro y María Isabel Porcel. Madrid, Cátedra, 2009.