En La estación azul

29 de enero de 2012


Ayer se emitió una pequeña entrevista que me hizo Cristina Hermoso de Mendoza para "La estación azul", el programa de literatura de Radio Nacional, radio 1. Ignacio Elguero tuvo, además, unas palabras elogiosas para "El códice purpúreo". Abajo tenéis el audio, por si lo queréis escuchar.


Cuerpos de escritoras

25 de enero de 2012


No, esta fotografía (este anti-desnudo) no es un alegato contra el desnudo de ninguna escritora; cada una es muy libre de hacer con su cuerpo lo que quiera. Y en una sociedad de la imagen, la propia imagen corporal no sólo es santo y seña, es significado y es expresión. Si una escritora quiere mostrarse desnuda en la red, pues estupendo. Hartos estamos de ver pantorrilla y abdominal de futbolista y nadie protesta, a todo el mundo le parece magnífico. Y yo les aseguro que, tanto para escribir como para meter goles, hace falta un cuerpo, y no sólo un cuerpo para meter goles y un espíritu delicado para escribir novelas o poesías...De verdad, lo juro: los escritores no somos incorpóreos, algunos no tienen cuerpo porque están muertos, cierto es,  y de aquí a cien años casi seguro que todos los que lean esto y la que escribe este párrafo también (casi seguro: hay que dejar un resquicio a la esperanza). Entretanto, vivan los cuerpos que sustentan las ganas de vivir tanto como las ganas de escribir.                              

Del pequeño inconveniente de regalar libros

23 de enero de 2012

No, no he leído la nueva entrega de la serie protagonizada por el detective Mario Conde (un tío legal, no como otros). Y tengo muchas ganas de leerla. Eso tiene regalar libros: si lo has leído, ya no es una novedad y no sabes si a quien se lo regalas lo habrá leído también. Por contra, si regalas lo recién editado hay menos posibilidades de que así sea pero, claro, tampoco tú lo has leído y no sabes si estará bien. En general, es difícil que un buen escritor tenga una obra rematadamente mala pero  el riesgo es que no te guste -o no le guste a quien se lo regalas- tanto como otras del autor.
A mi amiga Eloísa, a quien se lo regalé por su cumpleaños, le ha gustado mucho; se lo ha leído en una tarde. Dice que tiene algo más de intriga que "Vientos de Cuaresma", aunque eso no es lo más importante en la novela, donde tienen más peso los personajes (la relación tan emotiva entre Mario y su amigo impedido, por ejemplo). Asegura que el habanero es ya uno de sus escritores favoritos.
Y pensar que tuve otro ejemplar en mis manos (pensé comprar uno para ella y otro para mí).
Si es que sólo puedo regalar libros que ya tengo.

Leonardo Padura, "La cola de la serpiente". Barcelona, Tusquets. 



Louise Labé

19 de enero de 2012

"Seda e imprentas": con esta sucinta enumeración Aurora Luque nos lleva a la ciudad natal de Louise Labé, Lyon. En la industriosa ciudad del Ródano se desarrollará la vida de la poetisa hasta su fallecimiento en 1566, quizá a la edad de 46 años. Son estas imprecisiones las que han dado lugar a  una corriente "negacionista" que no admite la existencia de la escritora, no viendo en su figura más que la fabulación de un grupo de poetas lioneses.
La lectura de los sonetos y las elegías traducidos por Aurora (aquéllos en asonante, éstas en verso blanco) nos muestra, empero, una fuerte personalidad poética más allá de las convenciones de la poesía renacentista. Al uso del soneto, que confirma su gusto italianizante, se unen las referencias mitológicas (todo un programa ideológico, dada la parquedad de un correlato cristiano, si acaso un cielo y un infierno citados, pág. 51) y sobre todo una riqueza emotiva que atraviesa toda la poesía y la dota de una expresividad singular. Ciertamente hay que entender que la subjetividad poética se halla sometida a una intensa formalización, siendo indiscernible muchas veces el topos literario y la realidad sentimental de ese yo, pero debido en gran parte, creo yo, a las zonas de sombras que dificultan el conocimiento de la vida de la poetisa (desconocemos, por ejemplo, el nombre de ese "Amor" de los sonetos) e incluso de sus fuentes o sus gustos literarios. Y sin embargo, a través de esta tersa traducción (plena de una musicalidad contenida y una dicción poética irreprochable) podemos ver la intensidad pasional de Louise Labé, su emotividad y su deseo apenas refrenados por un tierno didactismo ("Y evitad, Damas, ser tan desdichadas", pág.59), otras veces acentuados por el contrapunto de la muerte ("a la Muerte/rogaré que oscurezca mi hora blanca", pág.39).
Más inverosímil  que la invención de una personalidad poética femenina me parecería a mí la pretensión de que la carta-dedicatoria que sigue a las poesías (pág, 98 y ss.) estuviese escrita por un hombre. En ella, una combativa voz invita a las mujeres dotadas de talento a que lo manifiesten y a las damas en general a que eleven sus intereses: "no me queda sino suplicar a las Damas de calidad que alcen un poco sus espíritus por encima de sus ruecas y de sus husos"(pág. 90. Pues ha llegado ya el tiempo, dice Labé, en el que las mujeres pueden dedicarse a las ciencias y las disciplinas (entiéndase literarias sobre todo) y conseguir los subsiguientes honores que no pueden arrebatar ni artimaña de ladrón ni el paso del tiempo. Más valiosos son esos placeres intelectuales que cualquier otro esparcimiento, puesto que permiten, además, recuperar los sentimeintos y los momentos deliciosos del pasado, nos dice la autora. La belleza de los poemas y su inmejorable traducción así nos lo demuestran.
Disfrutemos, pues, con ellos en esta estupendísima edición.

Louise Labé, "Sonetos y elegías". Edición, introducción, traducción en verso y notas de Aurora Luque. Barcelona, Acantilado, 2011.

La muerte de Montaigne

14 de enero de 2012

Que la naturaleza de la novela es esencialmente híbrida lo demuestra con creces este texto. Resulta chocante la calificación del mismo como novela (en boca también del narrador y no sólo, como estrategia editorial, en la solapa), pues a los elementos narrativos y los episodios imaginados, se unen otros de carácter digresivo que desplazan o engullen casi a los anteriores. El libro avanza entre anécdotas eróticas, referencias históricas a los reinados de Enrique III y Enrique IV de Francia, alusiones a historiadores como Michelet y las propias peripecias vitales del autor, desde su infancia lectora a la búsqueda del escenario en el que Montaigne escribe su obra (la famosa torre que aparece en la portada, con los rostros del propio Montaigne y de Edwards en sus ventanas). La admiración por el autor de los "Ensayos" es el hilo conductor pero resulta llamativo que ya en la primera página se interrogue sobre su propia condición política y si él, el narrador -que suponemos que coincide con el autor chileno- es o no reccionario.
No es lo mejor ese comienzo tan desconcertante pero hay que seguir leyendo y poco a poco la lectura te va atrapando entre episodios bien muy bien contados y una caracterización vívida de las tensiones políticas y religiosas de esa Francia de fines del XVI y principios del XVII (las referencia históricas superan el marco cronológico de la vida de Montaigne).
Un libro peculiar, en fin, en el que hay que adentrarse sin prejuicios, sin buscar esquemas fijos. No es un ensayo al uso ni una novela histórica mucho menos; tampoco un libro de memorias aunque a veces parezca un relato autobiográfico ampliado en los gustos y en las curiosidades intelectuales. Algo así como si el personaje-Edwards obviase la mayor parte de sus peripecias vitales para centrarse en otra peripecia no menos vital pero a la vez intelectual que se llama Michel de Montaigne y sus "Ensayos", autor al que llegó, curiosamente, a través de Azorín.

Jorge Edwards, "La muerte de Montaigne". Barcelona, Tusquets, 2011.  



Compañeros y lectores

8 de enero de 2012


En esta foto estoy con algunos de mis compañeros de trabajo en el almuerzo de Navidad de este año pasado.
¡Compañeros y sin embargo lectores de mis novelas!  Algunos/as sé que tienen ya "El códice purpúreo" ¡Y uno de ellos dice que está esperando piratearlo! ¡Agggggg!¡Eso no se hace, nene!

Misoginia

7 de enero de 2012

Muchos de los cuentos de Maupassant rezuman una profunda misoginia. Podríamos ahondar en su vida personal (sus numerosas aventuras galantes, su afición por las prostitutas, su soltería) para dar una cumplida explicación de la misma y, de paso, señalar la profunda desigualdad que reinaba entre los sexos en las soiedades burguesas de fines del XIX.  Pero lo que me interesa aquí es señalar el balance negativo que suele hacer el escritor de sus personajes femeninos. La perfidia y la doblez parecen ser las características más relevantes de las mujeres para él. Incluso las burguesitas más tiernas pueden ocultar una vida de engaño y de traición perfectas. No obstante, hay un tipo de mujer muy particular  repetido en relatos como "Una pasión", "Petición de un vividor a pesar suyo" (en realidad una variación del anterior) o "La modelo" que despierta especial repugnancia en el autor: el de la mujer que se entrega con una pasión furibunda a un hombre y que acaba siendo una pesadísima cadena para éste, una maldición de proporciones bíblicas. Una mujer que es capaz de llegar al suicidio (o a sus estrictos límites) a causa de ese terrible amor. No es, en sentido estricto, una femme fatale como la entendió el fin de siglo y un arte considerado decadente en su época (de eso se ocupó magistralmente Erika Bornay en su libro), sino una mujer que no produce más que desprecio, asco o conmiseración. La causa de esos sentimientos que despierta (en el personaje y en el narrador) ese tipo de mujertan apsionada como  terca reside en lo que Maupassant resume así: "Tan pronto como deseamos a una mujer, creemos sinceramente que no podremos pasar sin ella el resto de nuestra vida. Sabemos, por supuesto, que eso ya nos ha ocurrido; que la repugnancia ha seguido siempre a la posesión; que para pasar nuestra vida al lado de otro ser , se necesita, no un brutal apetito físico, sino una concordancia de alma, de temperamento y de humor" (pág.1211). La mujer del relato, claro, no era sino una mujer "dotada de esa necedad elegante que suelen tener las pequeñas parisinas" (pág,1212); alguien que produciría el previsible hartazgo en cuanto se hubiera satisfecho la curiosidad sexual. La insistencia en retener al amante es lo que resulta repugnante y, de algú modo, antinatural. Pues en esa sociedad son los hombres quienes abandonan a las mujeres sin mayores problemas.

(En la ilustración, "Salomé", de  Lucien Lévy-Dhurmer, 1896).

Guy de Maupassant, "Cuentos completos". Madrid, Páginas de Espuma, 2011.

Erika Bornay, "Las hijas de Lilith". Madrid, Cátedra, 1990. 

Regalo

5 de enero de 2012

Mis Reyes Magos sí que han sido madrugadores: al volver de una cabalgata de Reyes bien tempranera (el sol calentando aún y el Mediterráneo azul tierno al fondo) me habían dejado en casa una bonita sorpresa: ¡nada menos que los "Cuentos completos" de Maupassant, en la edición de Mauro Armiño para Páginas de Espuma! Dos hermosísimos volúmenes con 303 cuentos (lo leo de pasada en el prólogo), la cara del autor demediada en cada uno de ellos.
Cuánta generosidad, gracias Rey Paco, digo rey Mago, sea cual sea tu nombre....
También me he adelantado con el roscón de Reyes y relamiéndome el azúcar de la cobertura, me dispongo a relamerme con estos estupendos cuentos.
(Por cierto, Maupassant es el último autor que cité en la entradilla anterior, qué casualidad).



Guy de Maupassant, "Cuentos completos". Madrid, Páginas de Espuma, 2011.

Encuesta

Me gustaría hacer una pequeña encuesta entre los lectores de este blog. La pregunta es: ¿Cuál es el libro que más os ha gustado en 2011? No tiene por qué ser publicado en este año sino simplemente leído en este año. Yo no opino porque podría decir que el mío, faltando a la verdad, por supuesto. Porque siempre hay un autor al que admiras, en el que crees más que en ti mismo aunque eso es muy duro de confesar para un escritor...A menos que esté muerto y entonces no hay miedo de pregonarlo. La lista de mis muertos favoritos oscila entre Galdós y Borges, entre Pardo Bazán y Carpentier aunque siento también debilidad por Charlotte Brontë, Flaubert, Maupassant y un largo etcétera.
Bueno, a ver qué me decís en esta encuesta en cuesta de enero....

Los enamoramientos

2 de enero de 2012

El efecto que producen en el lector las grandes obras literarias no es sólo la complacencia, el puro placer estético. Ni tampoco el mero reconocimiento. O la identificación con lo narrado -recurso éste con el que saben jugar hasta los peores novelistas. Es sobre todo la admiración y la sorpresa combinadas, la constatación de que ese artefacto literario es como es y no puede ser de otra manera; nada debe alterarlo, no debe ser tocado porque así ha descendido de la mano divina de su creador y hay que aceptarlo cual es.
Éste es el efecto que ha producido en mí la novela de Javier Marías. Un autor al que tenía un poco descuidado, del que no me gustan determinadas cosas pero por eso mi juicio no es el del incondicional, el del lector cargado con un prejuicio en el sentido estricto del término.
He devorado las cuatrocientas páginas de la novela en poco más de veinticuatro horas, repartidas entre la tarde del 28 de diciembre -no es inocentada- y el día 29. La voracidad lectora se veía acrecentada por el asombro ante la maestría del relato, su pasmoso desenvolvimiento.
Pese al título, "Los enamoramientos" no es una novela romántica. Ni siquiera estoy segura de que trate del amor. Más bien es una ética narrada, un ejemplo (a lo conde-lucanor) de lo terrible que puede ser el alma humana. Pues lo que comúnmente llamamos "amor" es las más de las veces una pasta extraña, una amalgama perniciosa de malignidad y tozudez extrema.

Javier Marías, "Los enamoramientos". Madrid, Alfaguara, 2011.