2 de julio de 2016

El futuro del libro


  Al preguntarme José Lugo Marín sobre el futuro del libro, lo expresé de esta forma: el libro es tan perfecto que no necesita mejora. Tan perfecto como la cuchara, adminículo imposible de mejorar -formalmente- para el uso que le damos. Del mismo modo, el libro cumple a la perfección el cometido para el que fue creado. Bien es verdad que ha sufrido transformaciones que afectan, sobre todo, al material con el que se ha confeccionado -el pergamino, desde los primitivos códices del siglo IV. d.C.-, pero desde la introducción del papel en Occidente de mano de los árabes y, sobre todo, desde la invención de la imprenta de tipos móviles, el libro no ha sufrido mutaciones notables.
  Es verdad, podéis pensar, que escribo desde un medio electrónico. Lo que yo creo que sería deseable es que el libro fuera el soporte por excelencia de la literatura -la novela, la poesía, el ensayo- aunque por supuesto sin desdeñar los formatos electrónicos, ni como soporte de lo literario ni mucho menos como herramienta de comunicación. 
 El libro permite una reflexión, el reexamen de lo leído, como asgura Roberto Casati en su libro "Elogio del papel". Este sería sin duda un argumento -el cognitivo- a su favor de primera magnitud. Pero el definitivo, para mí, es el de la belleza: los libros son hermosos, ellos ennoblecen nuestro entorno, nos acompañan con la calidez de sus formas y los horizontes infinitos de sus contenidos. Qué más se puede pedir.