Ágata ojo de gato

23 de abril de 2013

Quien haya tenido la curiosidad de ver mi perfil de bloguera, habrá visto que entre mis libros  predilectos -tres- está "Ágata ojo de gato".; eso desde el mismo día de la fundación del blog. Pero sucede con frecuencia: muchas veces no hablamos de las cosas que nos importan, de las que más íntimamente nos atañen; las que van con nosotros de un modo contundente e insobornable, las que están ahí porque sí y ya está. Y ese porque sí, cabezón como un bucle de acero, aprisiona nuestro gusto más acendrado y tal vez la verdad más completa -en este caso la verdad de lo que entendemos por literatura.
De modo que no me apunto a la noticia del día, al último premio Cervantes porque toca: Caballero Bonald es uno de mis autores dilectos, y "Ágata ojo de gato" ejerce sobre mí una fascinación tal que sé no va a acabar nunca. En el mismo modo de la lectura se gesta esa atracción poderosa e ilimitada que tiene sobre mí esta novela: compré el libro por la tarde y no me acosté hasta acabarlo, ya de madrugada -era sí, un septiembre gozoso, sin obligaciones laborales ni familiares; un día de septiembre que marcó ya para siempre mis preferencias literarias, es decir, mi vida literaria
y la otra, indirectamente, también.
 Pues no se lee impunemente un buen libro. Nadie es el mismo después de un libro que te deja en el cerebro la marca de hierro de su soberanía, la señal de su esplendor inmarcesible.
 
 (En la fotografía, ejemplar de "Ágata ojo de gato" dedicado por Caballero Bonald).

José Manuel Caballero Bonald, "Ágata ojo de gato". Madrid, Alfaguara, 1984.

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