A veces, sí, merecen la pena las segundas oportunidades. En agosto
empecé a leer esta novela y la abandoné pocas páginas después. Ahora, en
septiembre, la he retomado -después de acabar mi propia novela,
exhausta con su escritura. Y ha merecido la pena. A pesar de que en la
página 144 ya sabía quién era el "culpable", eso no me importó.
Banville, perdón Mr. Black, crea un universo propio de una densidad
emocional verdaderamente singular. No importa tampoco que haya giros
melodramáticos, folletinescos, propios de la novela por entregas: la
impecable escritura, salpicada por destellos absolutamente magistrales,
lo salva todo, al conjunto de la novela en su totalidad. Banville es,
además, un constructor de escenas muy convincente; la solidez de la
puesta en escena se dramatiza con unos diálogos que acaban en giros
inesperados, en ángulos muertos que sólo una imaginación literaria puede
iluminar. Y lo hace de forma magistral.
El ejemplar que yo tengo se compraba junto al periódico
El País
por poco menos de dos euros, creo. Sean bienvenidas estas iniciativas, y
no tanto papel fotográfico desperdiciado en otros suplementos para
informarnos quién está preñada de quién y semejante lindezas. Que aunque
parezca que coincide con la materia de la novela de Banville -sí, hay
un bebé y una paternidad no deseada- por cien mil espéndiles que no es
exactamente lo mismo.
Temí haberme equivocado cuando le dije al
dueño de la papelería donde compré libro y periódico que era un autor
muy bueno. Y sí que lo es.
Chapeau por Black/Banville.
Benjamin Black, "El secreto de Christine". Madrid,
El País, 2013.
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