El libro es la flor más hermosa de la primavera. Sus hojas -de origen vegetal- se abren sin rubor para mostrarnos todos sus encantos, todas sus delicias, todos sus placeres.
Cuenta la leyenda que fue un eunuco chino, Cai Lun, quien a comienzos del siglo II d. C. consiguió la fórmula magistral de esa maravillosa materia llamada papel. Fibra de cáñamo, morera o bambú triturada para conseguir una superficie lisa y clara sobre la que escribir.
El libro de Roberto Casati, en puridad, no es tanto un elogio del libro de papel, cuanto un denuesto de tanta cacharrería tecnológica, al fin y al cabo una industria del entretenimiento como otra cualquiera. Frente a la cual hay, según el autor, que establecer ciertas cautelas. Así nos dice: "El libro es un excelente objeto de intercambio social.(...) su función (...) no es sustituible por el libro electrónico." Porque para él -y probablemente tenga razón-, "los nuevos formatos no han abierto nuevos horizontes de lectura; al contrario, esa lectura nos ha sido robada" y, en cierto sentido, "el entorno digital se ha vuelto hostil para la lectura de libros" (pág. 33). Pues "Si leer significa aislarse para profundizar, es evidente que los nuevos dispositivos electrónicos no nos ayudan, sobrecargados como están de aplicaciones extraordinariamente entretenidas" (pág. 64). El iPad, por ejemplo, "no es solamente un ordenador de consumo en sí, es el último eslabón de una gigantesca cadena de distribución de la cual es el escaparate" (pág. 50).
En fin, cuestiones interesantísimas sobre las que hay que reflexionar. Incluso desde medios cibernéticos como éste en el que escribo.
Roberto Casati, "Elogio del papel". Barcelona, Ariel, 2015.
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