Más allá de un
Tánger mítico, podridamente literario, de estética cinematográfica, Sergio
Barce recrea en esta novela una historia contundente y hermosa. Él, que conoce bien (no
en su dimensión cronológica, pues pertenecen sus personajes a una época en la que
el autor aún no había nacido) los paisajes urbanos que describe (ese Tánger
erigido en una auténtica emperatriz
decadente, una joya urbana vista desde la más modesta Larache), él,
como autor, corría el peligro de sucumbir a sus encantos literarios –ese
Paul Bowles como fondo inevitable, pero también Ángel Vázquez, con o sin su Narboni-, a la -¿mala, buena?- suerte de ser el
decorado perfecto para una novela llena de encanto y de glamour. Pero más allá de todo eso, Barce construye una auténtica teoría del fracaso. ¿Es Augusto Cobos Koller
un fracasado? ¿Un héroe? ¿Ambas cosas a la vez? ¿Es posible mezclar alcohol y majoun con una heroicidad suicida? ¿Es posible,
incluso, la vida después de una ráfaga de heroica locura? ¿Es posible –para Augusto-
la literatura? Lo cierto es que con esas características (heroicidad,
adicciones varias, incluida la sexual, prurito estético) Sergio Barce construye
un personaje poderoso. Y una historia que va desnudando su verdad acre tras
despojarse de las muchas prendas de lo posible. Una novela, en fin, memorable
que ha de ser leída (o devorada más bien) y celebrada. Celebrémosla, pues,
como merece.
Sergio Barce, "La emperatriz de Tánger". Málaga, Ediciones del Genal, 2015.
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