"Adoro mi cuerpo" dice la cantante y actriz Jennifer López. Puede parecer una tontuna pero no: esta mujer es autora de frases memorables como "los cuarenta son los nuevos veinticinco", y por eso hay que leer con detenimiento sus declaraciones, incluso si nos distraen sus formas voluptuosas en la portada de la revista en la que aparece.
Yo no puedo sino darle la razón a esta artista y cantatriz: yo también adoro mi cuerpo. El cuerpo, nos dice la poeta Paca Aguirre, es lo que nos da lugar en el mundo. Qué haríamos sin nuestro cuerpo, en qué Hades de sombríos contornos nos moveríamos sin él, sin nuestro preciado cuerpo...
Desde otro punto de vista menos poético pero esencial para comprender nuestra subjetividad fundamentada en la autoconciencia, nuestro cuerpo es el contorno de nuestro cerebro. Hay un diálogo permanente entre el cerebro, "un bucle bidireccional tenso y resonante entre los estados corporales y los estados mentales", en palabras de Antonio Damasio. "No es posible explicar plenamente la subjetividad sin conocer el origen de las sensaciones, y reconocer la existencia de sensaciones primordiales sentidas, reflexiones espontáneas del cuerpo vivo..." Sensaciones primordiales que están en la base de los sentimientos y éstos a su vez de la conciencia, del saber que somos. Y del saber a secas.
Cómo no voy a adorar mi cuerpo, que es soporte de mi ser, que es lo que me permite sentir, amar, gozar, escribir estas líneas....Adoro esta carne y sus frutos más o menos indóciles (trabajos, deleites, hijos, libros). No tengo otra, ésta es mi anclaje en el mundo. Mi cuerpo es mi tiempo, el que tengo, lo único que tengo en puridad. Cómo no adorarlo, estimada Jennifer.
Antonio Damasio, "Y el cerebro creó al hombre". Barcelona, Destino, 2010.
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