En circunstancias que no desvelaré (para no destripar la novela), Lisbeth Salander acaba recalando en Gibraltar. Llega al aeropuerto de Málaga y en vez de irse a algún sitio bonito, se va al paraíso fiscal por excelencia, al único lugar del mundo que tiene más sociedades en el registro mercantil que habitantes.
Aquí Larsson demuestra sus lamentables conocimientos de historia; de geografía, los justos para no desvariar. Pero, en fin, no se puede tener todo: ha sido lo suficientemente hábil para conducirnos (a mí a y a muchos lectores) hasta aquí y finalizar la novela.
Ayer, 28 de junio, di con la página 854; una raquítica ración de 77 páginas diarias (y medio Giménez-Bartlett y un buen mordisco de Bosque). En las vacaciones prometo leer más.
Salander en Gibraltar
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29 de junio de 2009
Publicado por HLO en 9:23
Etiquetas: Stieg Larsson
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3 comentarios:
No mezcles churras con merinas: la erudición histórica va por un lado y la ficción novelesca por otra.
Es un consejo de alguien que pasó dos años de su vida metido en las novelas de caballería...
Yo no he podido con esta tercera parte. Le he dado de margen 200 páginas y he acabado indignado con el engaño que supone para el lector que padre e hija estén ingresados a menos de diez metros y ninguno de ellos tenga ni siquiera a un policía jubilado controlando las entradas. Luego pasa lo que pasa, lo que era previsible con Zalachenko.
Me parece una tomadura de pelo, nadie se puede creer que la policía más inepta del mundo no tome algunas precauciones básicas.
Me parece bien que lo dejes.
Primera regla de la novela negra: no tomarle el pelo al lector.
Hay ciertas normas que respetar pero lo primero que hay que respetar es al lector, estarás de acuerdo...
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