Me costó descifrar la caligrafía (no lo hice, de hecho, hasta el día siguiente). Cuando pude leer la dedicatoria del autor, no supe a qué se refería exactamente. Sólo después de leer en su integridad la narración pude comprender el sentido cabal de las palabras manuscritas. La novela era eso, un viaje, pero no un viaje iniciático, un viaje-aventura al uso, sino un viaje-resumen, un viaje cifra y mote de una vida ya casi completa. Con la excusa de un trayecto en tren hacia la ciudad de Lausana -cada una de sus paradas dando nombre a un capítulo- la protagonista, Margarita, hace balance cabal de su existencia. Una vida que podríamos llamar anodina si nos limitáramos a subrayar, como con rotulador fluorescente, los hechos principales de la misma. Pero de qué cosa están hechas las vidas, eso lo saben sólo los escritores. Los grandes escritores, los que tienen la capacidad de transmitir la vibración de una existencia, acotada por principio en el vallado de un pecho.
El lenguaje que desgrana Antonio Soler en su novela es de una belleza formal inmensa. Alcanza cotas de densidad poética dfícilmente igualables. Y sea para describir de forma conceptista el aspecto físico de una mujer ("Era una fruta sin carne", pág. 14) o de deshacer, en una enumeración, el relato bíblico trocándolo en mera opereta ("Gentes como corderos, corderos como dioses...", pág.123), su eficacia excede el discurso narrativo, sus finalidades legítimas, pues a él sirve pero sobre todo sirve para crear un mundo único, irrepetible. Como cada existencia. Solo que el escritor señala ésa y nos la incrusta en nuestra experiencia
estética y emocional ya para siempre.
(En la ilustración, una foto de Antonio Soler; la dedicatoria del libro reza: " Para Herminia Luque este viaje de cercanías a un corazón, a una vida").
Antonio Soler, "Lausana". Barcelona, Mondadori, 2010.
Viaje al centro de una vida
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17 de mayo de 2010
Publicado por HLO en 18:47
Etiquetas: Antonio Soler
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2 comentarios:
Ya tenía interés en la novela, ahora acabas de decidirme a ir a comprarla y leerla. Qué buenos los ejemplos que pones.
Pues sí, merece la pena. Es densa, es emocionante, es amarga también. Como la literatura misma.
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