Conocí a Saramago. Quiero decir: él era una de las estrella invitadas a una concentración algo peculiar de jóvenes creadores y escritores consagrados, y yo un espécimen algo inefinido de aquéllos.
Saramago hablaba en su "portuñol" particular, con lucidez y un deje de socarronería también; mas sin ser áspero jamás. Le pedí que me dedicara uno de sus libros, "Memorial del convento",un texto densamente barroco, sin un signo de interrogación, sin un signo de exclamación (la pregunta, la admiración es todo el libro entero).
Y en la dedicatoria, con un abrazo, firma, en vez de Mollina -la localidad malagueña en la que nos encontrábanos-, "Monilla". (Quisiera pensar que lo traicionó el subconsciente).
Este libro, todos sus libros, nos acompañarán en la memoria siempre.
José Saramago, "Memorial del convento". Barcelona, Seix-Barral, 1992.
Muerte de Saramago
Tweetear |
18 de junio de 2010
Publicado por HLO en 21:51
Etiquetas: José Saramago
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario