Irene describe

27 de enero de 2011


El talento para describir es raro en los escritores. Se supone que los narradores deben saber narrar y eso basta, pero la descripción aporta al discurso una densidad que no es sólo la brillantez de una imagen plástica sino la profundidad de una estratificación de significados condensada en la, en apariencia simple, enumeración de objetos o la pintura de personajes.
Némirovsky describe a la señora Péricand con una plasticidad y una mala uva encomiables; me ha recordado al más granado Galdós o al Flaubert más sembrado de ácidas ocurrencias.
“Era una mujer visiblemente destinada por Dios a ser pelirroja (….) Pero en el último momento la Providencia debía de haber dudado o considerado que una melena explosiva no armonizaría con la irreprochable moralidad de la señora Péricand ni con su posición, y le había dado un cabello castaño mate que perdía a puñados desde el nacimiento de su hijo menor” (pág. 37).

(En la ilustración, una fotografía de Irène Némirovsky).

Irène Némirovsky, “Suite francesa”. Barcelona, Salamandra, 2010.

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