He rescatado de mi biblioteca un libro estupendo y pésimamente conservado. Sobre él se derramó el contenido oleoso de un ambientador eléctrico, y muchas de sus páginas presentan una gran mancha de tonos amarillentos que fue creciendo desde el borde inferior y desde atrás, por donde el líquido oloroso entró en el volumen. Abro la novela de Espinosa y un olor de matorral concentrado me acompaña en la relectura de estos episodios, hilarantes a veces, terribles e irónicos en su conjunto.
Miguel Espinosa ha tenido una parca fortuna: pese a ser un prosista excepcional sus obras han tenido una difusión modesta y sobre su persona ha caído un velo de deferencia que a la vez es un pasmoso olvido. Releo en primer lugar el capítulo del repelente Krensler, que comienza con una referencia histórica como si fuera un versículo de la Biblia, y sigo con la de Pili y Mili, dos medioburguesas de la peor especie.
La furibunda crítica social no empece una prosa irónica y suelta, brillante como ella sola. Hay que releer a Espinosa porque nos narra la España más negra posible, la que existió no hace tanto bajo los auspicios de ese general bajito de origen gallego cuyo nombre casi no recuerdo.
Miguel Espinosa, "La fea burguesía". Madrid, Alfaguara, 1990.
La fea burguesía
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27 de agosto de 2009
Publicado por HLO en 18:26
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2 comentarios:
¡Ja, ja, tu caso del ambientador me ha recordado una ocasión en que llevaba un libro y un yogurt en el bolso, y el libro, de tapa dura, perforó la tapa del yogurt! Además de estar varios días limpiando el bolso al libro le quedó un aroma a fresa que sale flotando como en los dibujos animados cada vez que lo abro.
A pesar todas las perrerías que les hacemos, los libros resisten; son un encanto.
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