Roma

10 de septiembre de 2009



En esta entrega, antes de dedicarse a la investigación de los crímenes, Wallander viaja con su padre a Roma. El pintor de un solo tema (atardecer y urogallo)repetido hasta la saciedad, es un perfecto desconocido para su hijo. Visitan la Capilla Sixtina y el pintor amateur se detiene con delectación en los frescos de Miguel Ángel. El padre padece alzheimer, la enfermedad que conduce hacia la desintegración de la personalidad más catastrófica. Pero no hablan de ello. Wallander quiere recuperar el tiempo perdido. Y Mankell escribe a propósito: "Allí había habido momentos de gran intimidad entre ellos. Por primera vez en casi cuarenta años".
El modelo de distanciamiento paterno-filial lo reproducirá Wallander con su propia hija, Linda. (La cual, después de un mariposeo entre varias opciones laborales, entrará en la policía. Que el señor nos ampare).
Cuando fallezca su padre quedará, intacto, el recuerdo de un viaje feliz a Roma. Con su pequeño enigma incluido.

Henning Mankell, "La quinta mujer".Barcelona, Quinteto, 2004.

2 comentarios:

Lucía dijo...

Uf, el que menos me gustó de Mankell es precisamente en el que Linda se hace policía.
Estoy impaciente por leer el último, en el que Wallander ya es viejecito y tiene alzheimer. A ver cómo se las arregla Mankell para poner el punto final a la historia de su criatura.

Un abrazo.

HLO dijo...

¿Wallander con alzheimer? Pobrecito.No sé si lo leeré, me va a dar mucha lástima.

Abrazos.