En estos primeros días de noviembre hay costumbres acrisoladas, como la de acudir a los cementerios con generosos ramos de flores. O la de endulzarse el paladar con dulces como los llamados "huesos de santo". No son costumbres tan disímiles, como pudiera parecer. Aunque la segunda puede ser interpretada como un mecanismo de compensación ante el terrible hecho de la muerte (disfrutemos de lo dulce de la vida), también es una continuación del rito primero, en el sentido de que hace referencia (bien es verdad que de una forma laxa e irónica) a la santidad de los personajes que la iglesia católica ha sancionado como tales.
El culto a los restos corporales, a las reliquias, comienza en los primeros momentos del cristianismo, desde los primeros mártires. Pero se perpetúa a lo largo de toda la historia de la iglesia.Con esa devoción se busca la cercanía de los santos, de los intercesores ante Dios. En el fondo no es sino una forma de devoción extrema hacia lo corpóreo que habrá de resucitar, en todo su esplendor, al final de los tiempos.
Pedro Castillo Maldonado, "Los mártires hispanorromanos y su culto en la Hispania de la Antigüedad Tardía". Granada, Universidad de Granada, 1999.
Huesos de santo
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2 de noviembre de 2009
Publicado por HLO en 13:14
Etiquetas: siglo IV d. C.
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