Quizá resulte sorprendente constatar que, en sus orígenes, el paisaje es un género intelectualizado que poco tiene que ve con lo que entendemos (o se entenderá a partir del XVIII) como Naturaleza con mayúsculas. Pues no se trata de una representación naturalista de la realidad del mundo físico sino una creación artística que soporta los filtros de tradiciones estéticas y literarias hasta cierto punto diversas.
Resulta clarificador, no obstante, observar los esfuerzos ímprobos para deshacerse de la narrativa religiosa o mítica (La huida a Egipto, por ejemplo, como excusa para la representación paisajística), tanto más que ver cómo los afanes de artistas norteños y mediterráneos convergen en un mismo ideal estético y en un escenario común: Roma. Es ahí donde pintores de la escuela boloñesa, españoles (el mismísimo Velázquez y sus impagables paisajes de la Villa Medicis) y flamencos tanteando un escenario inédito construyen, no sólo un género pictórico nuevo, sino una nueva forma de posar la mirada humana en el entorno.
(En la ilustración, La aurora, de Elsheimer, pintado en torno a 1606).
Roma, Naturaleza e Ideal. Paisajes 1600-1650. Madrid, Museo del Prado, 5 de julio-25 de septiembre 2011.
Naturaleza e Ideal
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17 de julio de 2011
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2 comentarios:
Felicidades por tus comentarios (por la agudeza de ellos). El paisaje moderno (XVIII y XIX)me parece que es una simbiosis entre el paisaje flamenco y el italiano: cotidianidad (Vermeer, vista de Delft) y dramatismo (al servicio del personaje, Ej Tiziano y Carlos V)sin personajes. O mejor el pasiaje es el personaje.
Por cierto buscaré el libro de Aleixandre.
Gracias, JAMS, eres muy amable. Tienes razón, el paisaje es a veces un personaje más de la pintura, aportándole cotidianidad o dramatismo según convenga. Se nota que eres artista...
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