La maldición del cronista

29 de agosto de 2010


Los relatos de Marc Gual tienen una peculiar dicción. Partiendo de un lenguaje en general sencillo, nada rebuscado, esa dicción crea atmósferas inquietantes. Son historias banales a veces que, poco a poco, se van impregnando de una cualidad mágica y terrible, difícil de precisar. Así ocurre en el relato, "La maldición del cronista", que podemos leer como el símbolo perfecto del don (o del castigo) de la escritura, de la compulsión del escritor.
Por contra, en otros relatos, un suceso extraordinario adquiere la categoría de la más sencilla cotidianidad, como en "Todo el mundo lo sabe" en el que, un viernes por la tarde, aparece un hombre crucificado en el rellano de una esclera de vecinos...
Hay un relato, "El heredero", pleno de estilizada crueldad, en el que una dramática historia familiar fecunda el presente.
Los relatos de Gual son estructuras no cerradas, herméticamente abiertas podíamos decir. Con ellas, el escritor indaga en los límites difusos de la realidad y la fantasía, de la escritura y la vida. Y el resultado de esa indagación son este conjunto de relatos, heterogéneo pero muy valioso.

(En la ilustración, un dibujo del artista lituano Kestutis Kasparavicius).

Marc Gual, "La maldición del cronista". Sevilla, Paréntesis, 2009.

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