Los kioscos son estructuras de placer. De niños, nos asomamos con avidez al muestrario casi infinito de chucherías de colores intensos y formas deliciosas. De mayores, podemos seguir asomándonos al grato espectáculo del recinto diminuto que derrama su contenido de impreso fresco y revistas vistosas, amén de una variada cartonería de fascículos variopintos: desde el clásico fascículo de modelismo al dedicado al coleccionismo de insectos o de rosarios. Pero en esa barroca parafernalia a veces hay hasta novelas; lo mismo te puedes encontrar una Edith Wharton con portada cursilísima que una Ilíada en imitación piel. O, como el sábado pasado, dos novelas negras ("El asesinato en el Orient Express" y "El cartero siempre llama dos veces")por dos euros con noventa y cinco céntimos. Sí, los kioscos son estructuras de placer (y no sólo los pabellones abiertos sobre un jardín con pérgola de rosas). Aunque, claro, no sé si opinará lo mismo el vendedor obligado a permanecer en tan reducido habitáculo horas y horas.
Kiosco
Tweetear |
12 de octubre de 2009
Publicado por HLO en 18:10
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Una vez le oí a un snob decir: "En los quioscos nunca se encuentra nada interesante." Pues no sabe lo que se pierde.
Hay mucha morralla, pero de vez en cuando se pesca algo bueno.
Publicar un comentario