Las vírgenes necias

3 de octubre de 2009



Que el talento no es algo contagioso nos lo demuestra esta novela de Leonard Woolf, marido de la que fue mejor escritora inglesa de la primera mitad del siglo XX, Virginia Woolf. En esta narración se describe la vida de unas familias burguesas de época eduardiana, en las que todavía hay mujeres que esperan una proposición matrimonial del vicario de turno para darle un sentido a su vida. El manuscrito causó ya problemas a Leonard, pues su familia (su madre y sus hermanas) se vieron caricaturizadas en el relato, que apenas alteraba nombres dejando traslucir circunstancias y caracteres de forma ostensible. Sobre todo resulta imperdonable, desde nuestro punto de vista, el antisemitismo explícito: Leonard y su familia eran judíos, pero aquél construyó su vida social y personal sobre un claro rechazo a sus orígenes familiares. En la novela, aparecerá ridiculizada su propia familia en la figura de los Davis.
La mismísima Virginia aparece también retratada en el personaje de Camilla, una joven intelectualmente superior no sólo al conjunto de personajes femeninos sino al personaje de Harry, trasunto del narrador. Superior, pero fría y ambiciosa en cuanto a su proyecto vital, como la Virginia de carne y hueso.
Pero sobre todo son dignas de lástima las hermanas Ethel, Gwen y May, solteras todas ellas, y de una edad imposible para el matrimonio la primera. Y no por sus circusntancias personales, sino por la mentalidad estrecha y clasista de la que hacen gala.En el capítulo octavo, por ejemplo, se autodescriben a la perfección con sus palabras sobre la obra de caridad que ahcen con mujeres "bastante pobres, acostumbradas a trabajar y por supuesto tienen hijos".
La novela, por encima de cualquier chismorreo literario, resulta tediosa. El autor carece de las cualidades necesarias para sostener una mirada ácida sobre el conjunto del relato sin que éste flaquee.

Leonard Woolf, "Las vírgenes sabias".Madrid, Inpedimenta, 2009.

3 comentarios:

NC dijo...

Leonard Woolf es igual de pesado que Henry James pero sin su grandeza e igual de costumbrista que E. M. Forster pero sin su gracia.

Noemí Pastor dijo...

En cuanto a mentalidad estrecha y clasismo, no veo gran diferencia con lo que pasa hoy, que parece que nos molesta que los pobres tengan hijos y, en cambio, nos encanta la parentela rubia de las infantas. Y a las infantas sí que las mantenemos con nuestros impuestos.

HLO dijo...

El filósofo Michel Onfray fíjate, propone no tener hijos (como opción particular, la del sabio epicúreo).