Uno de los episodios leídos al azar (entre los dos volúmenes, que suman más de tres mil quinientas páginas) es el del castrato Bellino. Un joven bellísimo al que Casanova cree en realidad una muchacha. El veneciano cuenta sin tapujos su curiosidad y las peripecias a las que ésta lo conducen. Precisamente, en el prefacio, Casanova reconoce que cultivar los placeres de los sentidos fue su principal tarea en la vida para, a renglón seguido, añadir que "me he apasionado por cualquier objeto hecho para excitar la curiosidad". El traductor, Mauro Arminño, señala defensa que de sus distintos saberes y oficios hace Casanova. Tampoco va a resultar ahora un filósofo ilustrado (del carácter de símbolo que tiene da fe el nombre propio convertido en sustantivo común, sinónimo de ligón universal). Pero en su obra tenemos suficientes elementos para pensar que no sólo fue un obseso sexual muy viajado sino, sobre todo, la conciencia de la fuerza de esa pulsión sexual puesta por escrito. Con la convicción y la fuerza que sólo puede otorgar la distancia en el tiempo.
(En la ilustración, una de las imágenes andróginas que la mezzosoprano Cecilia Bartoli pone en su disco dedicado a los castrati, titulado expresivamente "Sacrificium").
Giacomo Casanova, "Historia de mi vida". Gerona, Atalanta, 2009.
Bellino
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3 de marzo de 2010
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1 comentarios:
Los placeres de los sentidos, para quienes saben cultivarlos, deben deabrir muchas puertas, hacer vivir más vidas de las que el común de los mortales es capaz de vivir, por lo que veo.
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