Vila está muy cabreado. No es sólo la crisis de la mitad de los cuarenta("Es una edad a la que uno debe plantearse si le basta con cubrir el expediente", pág.15): es un auténtico tsunami lo que arrasa sus convicciones íntimas y le hace replantearse qué hace él en ese oficio de guardián crédulo del orden público. Han soltado a un pájaro que le costó mucho trabajo enchironar. A su jefe, el teniente coronel Pereira, le toca contemporizar con el "incorregible aprendiz de Bakunin": "Los jueces se equivocan. Y no sólo porque sean vagos o teman a los poderosos y no les preocupen los débiles" (página 17). Quizá en un monólogo del personaje llegásemos a conocer la naturaleza exacta de ese malestar, con todos sus recovecos y sus expresiones emocionales más profundas. Pero tenemos que contentarnos con lo que deja traslucir el diálogo con su superior.
Vila está muy enfadado con el estamento judicial. Aunque quisiera zafarse, ahora le toca trabajar en un caso que se promete difícil: un hombre ha sido asesinado en lo que parece un crimen perpetrado por un sicario, un auténtico "trabajito" profesional. Sin duda teme que algún juez le vuelva a hacer la puñeta. En vez de limitarse a vestirla.
(En la ilustración, puñetas y puños con toga).
Lorenzo Silva,"La estrategia del agua". Barcelona, Destino, 2010.
Puñetas
Tweetear |
24 de marzo de 2010
Publicado por HLO en 22:22
Etiquetas: Lorenzo Silva
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentarios:
No sólo Vila, yo también; y es que no paran de dar motivos para aborrecerlos; la última parida del supremo para sentenciar que no había apología sino cariño, es un auténtico desperdicio. Más que puñetas, puñetazos les daría yo.
Besote, compi
Publicar un comentario