Bollito de leche

19 de marzo de 2010


No sé si serían como los de la fotografía los bollitos de leche que ingería el ultramontano cardenal Segura. Más bien, según la descrpción que nos hace Antonio Rodríguez Almodóvar, tendrían un aspecto ligeramente más barroco, con su crestería tostadita y azucarada. Transcribo de la novela (páginas 104-105):
"En verdad era aquel bollito de leche cotidiano, procedente de la afamada confitería La Campana, una obra de arte de la repostería hispalense tradicional.Una pieza que, de no ser por lo efímero, habría pasado a engrosar las obras de arte del tesoro catedralicio, con su suave abombamiento, su cresta longitudinal de pellizquitos levemente tostados -detalle este de alta maestría artesana, debido sin duda a una mano de doncella delicada, a quien el purpurado, en lo más profundo de su alma, habría deseado conocer- y una pródiga cantidad de azúcar, cual nieve de altas cumbres derramándose por ambas vertientes del exquisito manjar. Y un crujir delicioso, en fin, en la boca del egregio consumidor, que así se diría comulgaba segunda vez con las delicias del mundo, en cantidad tolerable, por pequeña".
En verdad me recuerda al bollo suizo que nos ponían algunas veces en el colegio de monjas donde estuve interna y al que algunas condiscípulas llamaban cariñosamente
chochito.

Antonio Rodríguez Almodóvar, "Si el corazón pensara". Madrid, Alianza, 2009.

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