He acabado de leer"La leona blanca". Como en el chiste de las habas ("-¿Te gustan las habas con jamón?.-Sí, hasta sin habas"), me ha gustado este Wallander...hasta sin Wallander. Es decir, que la historia sudafricana es lo suficientemente intensa por sí misma como para no necesitar a nuestro querido comisario de Escania ("aquel comisario de provincias regordete", pág. 450). La inclusión del escenario sueco parece, además, demasiado forzada. Y hasta las peripecias de Linda y Kurt palidecen ante la fuerza de lo que se desarrolla miles de kilómetros al sur, en esa Sudáfrica de los boere a punto de saltar por los aires.
La historia de Jan Kleyn y su pasión secreta, Miranda, tiene la fuerza de una tragedia griega, teñida de sangre y de pasiones humanas exacerbadas hasta el paroxismo.
Quizá fue aquí cuando Mankell supo que el molde-wallander no resistiría eternamente y decidió que algún día habría de desaparecer. Los días de Wallander eran habas contadas.
(En la ilustración, un cactus llamado Argyroderma pearsoni).
Henning Mankell, "La leona blanca". Barcelona, Tusquets, 2009.
Las habas
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1 de marzo de 2010
Publicado por HLO en 13:49
Etiquetas: Henning Mankell
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2 comentarios:
Habra que ver en que queda la inclusión de la hija de Wallander em su última novela, si es capaz de seguir los pasos del padre como policía, cosa que veo difícil, otra cosa curiosa es también la serie que sobre el personaje ha realizado la BBC, y de cuyas novelas solo cogen el argumento o la trama... porque otra cosa no hay, ni siquiera la cronologia en años que Mankell se había marcado para el personaje, es más en lugar de conducir su viejo Peugeot, conduce un flamante Volvo (como debe de ser, o cosas de la públicidad encubierta)
Muy interesante lo que apuntas: el escritor ante su diamante (su haba), pensando que no será eterno.
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