Que la literatura modela al autor parece algo obvio. Es decir, que la literatura, incluso en los casos más flagrantes de dilettantismo, construye al autor más allá de cualquier otra actividad a la que se dedique -incluso profesionalmente-, parece fuera de duda. No es lo mismo hacer ganchillo que escribir sonetos, por mucho que ambas cosas puedan declararse como "aficiones". Hay siempre en el escritor, hasta en el más secreto o en el afecto sólo por temporadas, una llamada soterrada pero tenaz, un río oculto que lo conduce por meandros de lo inconcebible o lo lleva al despeñadero sin más.
El que emprende una obra literaria no vuelve jamás tal cual era. Pues no se crea belleza impunemente. Las restantes aficiones del mundo proporcionan, por el contrario, un sosiego indiscutible.
Yo, que aprendí a hacer ganchillo, puedo corroborarlo.
Ganchillo
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27 de enero de 2010
Publicado por HLO en 17:41
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2 comentarios:
Y de la lectura de las mejores obras tampoco se vuelve tal cual uno era, creo.
Pues sí, estamos de acuerdo. Las lecturas que nos marcan, nos marcan hasta físicamente (seguro que a nivel neuronal es perceptible esto.
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