Inquisidor

12 de abril de 2010


Nadie como Lorenzo Silva ha descrito la seducción verbal. Los tormentos y los placeres, las debilidades y las excelsitudes de una seducción erótica basada sólo en la palabra. Que el erotismo es un producto lingüístico (dicho sin ironía), nos lo demuestra el autor con este intercambio de mensajes entre dos inteligencias privilegiadas, dos seres sin rostro como son Theresa y el Inquisidor. Al principio no sabemos los motivos de esa adicción de Theresa, al blog primero (una especie de novela histórica en tres capítulos), y luego al diálogo con su antagonista. Pero esa adicción está descrita con una agudeza tan grande que llega a desasosegar.
Por qué necesita Theresa, mujer tan atractiva física y psicológicamnte, la sustancia hasta cierto punto estupefaciente en la que se convierte esa relación virtual. En las grandes novelas siempre hay alguna zona de sombra, un lugar quizá minúsculo para la zozobra, la desazón, siquiera la duda. En esta narración no es la parte biográfica del Inquisidor que, con buen criterio, nos es hurtada, sino esa zona permeable del alma de Theresa. Esa zona, no del todo descrita, por donde se filtra ese deseo de posesión absoluta, de dominio feroz del otro, de aniquilación del espíritu del otro que algunos llaman "amor".
La práctica de una seducción blanda ("líquida", en terminología baumaniana) que Internet le proporciona a la protagonsita, no le hace olvidar que existen formas de dominio total -las más adictivas, las más destructivas- : aquéllas que están disfrazadas de entrega absoluta. Theresa desea entregarse eróticamente. Sospechamos, empero, que lo que quiere en realidad es el dominio sin resrvas del otro.

Lorenzo Silva, "El blog del Inquisidor". Barcelona, Destino, 2010.

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